domingo, 11 de diciembre de 2011
SOLO TRES LIBROS
A pesar de la feroz estadística que afirma que los mexicanos leemos un libro -o medio libro al año-, pocos pueblos tienen el respeto sacro y a veces supersticioso a la letra impresa como el nuestro. Eso es un mérito en un mundo digitalizado.
Hay quienes dicen que, para bien o para mal, es hora de actualizar esa estadística de lectura que se ha vuelto ya un postulado.
No obstante a nuestras fallas, el mexicano lee un poco más que incluso los estadounidenses, pueblo que se educó en gran y especial medida luego de la Segunda Guerra Mundial: todos los soldados que volvían del frente tuvieron derecho a ser becados en las universidades privadas, además de que la estancia en Europa les hizo provecho a no pocos.
México, con todas y sus carencias, desde los años veinte tuvo el positivo y positivista vendaval de José Vasconcelos, las misiones culturales rurales y varias generaciones de maestros motivados por su apostolado, el reto de cambiar un país y sueldos de buen nivel, premisa que también acuñó Vasconcelos. Un maestro con estabilidad laboral y económica era un valor invulnerable a los vaivenes políticos y garantía de continuidad.
En nuestro país, casi como un mantra, todavía se recurre a la consabida y no siempre bien resuelta frase de que todo hombre debe en la vida plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Es posible que la conseja venga desde ese periodo.
La anónima frase, por cierto, es original de José Martí. Otra frase suya, eternamente actual, sostiene que “el primer deber de un hombre de estos días es ser un hombre de su tiempo”.
No es raro así que hoy el encono general se enfile hacia un personaje incapaz de recordar los tres libros de su vida. Estuvimos tan acostumbrados a los políticos de antes que se les daban de escritores, y que algunos recuerdan más como “los jurisconsultos soñadores”, que hasta dentro de ese mismo partido se extrañan a aquellos líderes con aires de magistrados y oratoria de tribunal.
¿Cuáles son los libros que deben leer los políticos? ¿”El Padrino” o “Los Borgia” de Mario Puzzo? ¿”La sombra del caudillo” de Martín Luis Guzmán o “Los relámpagos de agosto” de Jorge Ibargüengoitia”? No necesariamente tienen que ser novelas. Los libros que cambian el mundo son de la especie de “El Contrato Social”, “El manifestó comunista” e incluso el Código Civil napoleónico.
Una de las grandes novelas políticas del siglo XX es “Todos los hombres del rey”, de Robert Penn Warren, la cual ha sido llevada al cine en varias ocasiones (Una de ellas hasta ganó Óscar a la mejor película. La versión fílmica reciente con Sean Penn es más fiel al original e incluso moderniza positivamente a los personajes).
Yo creí que era una novela ya muy de los años veintes. Sin embargo, cuando la leí entendí mucho de la política sinaloense, incluso hasta el fenómeno del ex Alcalde Rodríguez Pasos.
A diferencia de Jesús Silva-Herzog Márquez, no pienso que lo grave de Peña Nieto radique en que no supiese responder con tino, rapidez y malicia ante un imprevisto.
¿Cuál imprevisto? El aspirante al cargo más alto de este país estaba en una Feria del Libro, no en una Feria Ganadera o alguna reunión de dos mil maestros llevados por Elba Esther Gordillo. El señor presentaba un libro firmado por él. Era natural que le preguntaran por los 10 libros que se llevaría a una isla desierta... y hasta eso que le preguntaron solo por tres.
El primer gobernante que no leyó un libro clásico en política y además, inspirado en sus propias acciones, fue César Borgia: gracias a su ejemplo, Nicolás Maquiavelo escribió “El Príncipe”, recientemente mencionado por otro político también de mala memoria. TWITTER @juanjose_rdgz
domingo, 13 de noviembre de 2011
NUESTROS PECULIARES SÍMBOLOS
Publicado en Noroeste Mazatlán
A Juan Villoro le parece que el problema de nuestras definiciones culturales comienza con el escudo nacional: es ahí donde vemos todos los días a un animal depredando a otro y esa violencia desde entonces ha quedado incrustada en todos nuestros individualismos.
Villoro pone como ejemplo a la bandera de Corea, país que optó por representar ahí el dualismo del Ying y el Yang, el bien y el mal en una equivalencia equilibrada donde todos giramos, concepto que en su momento también permeó el cristianismo primitivo.
Más atrás en el tiempo, y siguiendo con nuestros símbolos, a Jorge Ibargüengoitia le incomodada el escudo del Seguro Social donde, según él, se ve a una madre de familia con un bebé, incapaz de darse de cuenta que una monstruosa ave acecha detrás de ellos.
Para Guillermo Fadanelli, si existiese algo que pudiera cambiarle a la Constitución, sería solo la portada, según afirma. La ironía puede ser elogio: la nuestra fue en su momento una de los constituciones más modernas y realistas. Tanto la del Siglo XIX -que nos volvió un estado más moderno que muchos de Europa- como la de 1917, aun olorosa a pólvora revolucionaria.
Sin embargo, el simbolismo de la Constitución cada vez más se diluye, a pesar de su fecha consagratoria del 5 de febrero y una de las principales y más antiguas calles de Mazatlán. Antes, en las primarias, les regalaban a todos los niños un ejemplar para que conociesen a fondo todos sus derechos, deberes y obligaciones. A mi ya no te tocó esa dádiva del estado benefactor.
¿Seguimos con frases de escritores? Pasemos a la cultura popular y el vórtice mediático que a todos nos hace girar en torno a un celular o las conversaciones que ahorita tienen con tanta seguridad los adolescentes.
Cada vez decae más el nivel cultural de nuestro país que, no sólo se ha elegido a Ninel Conde como el símbolo del descuido, la improvisación y la ignorancia, sino que cada mes aparece una nueva vencedora para volverse la encarnación de nuestros fracasos educativos… Hoy es Paty Chapoy el blanco del linchamiento digital mañana, cualquiera de nosotros.
TELEVISA, nuestra principal detentadora y administradora de los símbolos luego del estado mexicano –no olviden que su equipo principal de futbol se llama “Águilas del América”- mañana inicia una producción que se llama, “El encanto del Águila”, la cual arranca con el idealismo porfiriano.
El romance de Carmelita Romero Rubio y don Porfirio Díaz es una versión medio bizarra del ideal amoroso. Recuerdo que a una de mis abuelas, persona abierta de criterios, veía con atención “El vuelo del águila”, pero dejó de sintonizarla porque Porfirio Díaz le cayó gordo al momento que se casó con la sobrina.
Consecuencia de ese romance incestuoso fue uno de los símbolos de Mazatlán: el Mercado Romero Rubio, llamado así en honor al suegro de don Porfirio, hasta que los revolucionarios le pusieron el nombre de Pino Suárez y, de paso, el de Aquiles Serdán a la Avenida Porfirio Díaz, antes “Calle de los Cocos”.
Somos un país de símbolos: por eso, los símbolos van y vienen con sus vaivenes.
domingo, 30 de octubre de 2011
Silvio y La Escalera
Hay momentos a lo largo de una relación donde los amigos tocan el tema de la muerte. Casi siempre es con motivo de un deceso o un funeral; la mayoría evade el asunto en la conversación común para no remover un recuerdo, simple cortesía o evitarse incomodidades.
Otros lo hacen libremente, a veces en broma, a veces de manera tranquila dentro de una charla profunda. Mi amigo Gustavo Galaviz tenía la cualidad de poder conversar tanto de política, de música o la simple vida real sin cambiar el tono o perder la compostura en ese momento.
A Gustavo Galaviz toda la universidad y la comunidad artística alternativa lo conocían como “Silvio”, ya que era un trovador que dominaba el repertorio de la entonces Nueva Trova Latinoamericana y algunos temas incluso no muy conocidos.
Lo mismo en composiciones de Pablo Milanés o Carlos Mejía Godoy o algunas piezas hechas por anónimos combatientes, como una melodía que hablaba de las guerrillas en Cochabamba u otra que se llamaba “¿Qué es el FAL?”, donde se explicaba, paso a paso, la descripción del Fusil Ametrallador Ligero y como usarlo contra el imperialismo yanqui.
Silvio no solo era un personaje que animaba las peñas: por años fuimos compañeros en el área de la cultura, y si bien su puesto era de asistente del entonces Vicerrector, nos ayudaba voluntariamente en la talacha de organizar eventos… mientras que, cuando la cosas era por varios días, mi jefe superior lo pedía “prestado” para sacar adelante los retos.
Gustavo Galaviz no solo era bueno para mover y lidiar artistas del círculo universitario en el aeropuerto, si no también era alguien con experiencia en la calle y a quien nunca se le atoraba la carreta. Conocía todos los vericuetos y atajos para resolverlos y no le daba vergüenza cargar sillas o empuñar una escoba. Era Licenciado en Ciencias de la Comunicación, ejerció con ánimo el magisterio y quería mucho a su esposa Hilda, a quien le había compuesto varias melodías.
También podía tener una conversación divertida e inteligente con escritores, cineastas y especialmente con sus colegas de la música, sin caer en el protagonismo. Lo mismo con Virulo, Gabino Palomares, Marcial Alejandro o el destacado pianista cubano Gonzalo Romeú, quien dio un concierto en el Teatro Ángela Peralta usando como pista de fondo a la orquesta de su abuelo, en un alarde de tecnología de hace 15 años que Silvio bautizó como “El sistema Sanfarinfas”, ya que era el mismo principio que usaba de ese otro fallecido personaje de la bohemia mazatleca.
Alguna vez hablamos del tema de la muerte, escuchando una melodía de Silvio Rodríguez llamada “La escalera”, en donde el personaje narra que un día, caminando por una calle cualquiera y silbando un trino, se topó con una escalera al lado del camino: una escalera sencilla de rústico enmaderado.
La canción puede ser una apología a lo elemental: un hombre ve una escalera, se sube a ver que hay arriba y luego desciende con el alma contenta.
Pero nosotros creímos ver ahí una metáfora de la muerte: la creencia de que a veces, al llegarnos ese dramático momento, no nos damos cuenta sino hasta después de sucedido, evitándonos la angustia súbita, encontrándonos luego de repente escuchando una repentina canción junto a los amigos que ya se fueron. Uno puede morir atropellado pero no nos damos cuenta: seguimos caminando hasta que nos encontramos a un viejo amigo de la secundaria que murió años atrás y, bromeando, nos hace caer en cuenta de nuestra nueva y, ¿por qué no?, mágica condición
Así quiero imaginar que se fue Silvio: que encontró una escalera en su camino y por ahí se fue, silbando su trino. Esa canción era una clave entre nosotros y su melodía final a veces la invocábamos a la hora de la cerveza, la risa por las experiencias vividas y la hermandad infinita que nunca se termina: la muerte puede terminar con una vida pero jamás con una relación. ¡Hasta siempre, Silvio!
http://www.youtube.com/watch?v=lB5BP-408b4&feature=related
miércoles, 26 de octubre de 2011
ESCRITURA CONFESIONAL
Hay una literatura que nace del dolor: mana de una herida abierta que vuelve tinta y oración todo aquello invisible surgido de ese fuego interno.
La escritura nacida de una búsqueda interior, necesariamente, aterriza en los puntos más débiles o febriles de un alma en pugna.
Aquello que duele, templa y fortalece. Escribir, aunque sea para uno mismo, puede ayudar a ver las cosas con claridad o darlas por concluidas. Si no es así, auxilia a pasar a la siguiente página.
Antes del hallazgo del psicoanálisis o los grupos de ayuda, el ser humano tenía como recursos la evasión, la religión o la escritura. Todavía Jung en el siglo XX proponía que la verdadera terapia era aquella que se acercaba a lo sagrado.
"El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor," dijo Fedor Dostoievski
Quien sabe si Dostoievski, dotado de un psicoanalista y medicamentos apropiados, hubiera podido escribir sus grandes novelas. No recuerdo que escritor francés decía que “la enfermedad es el viaje de los pobres”. La tribulación, por supuesto, no puede ser el entretenimiento más deseado.
Poemas como “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines” de Jaime Sabines o “Nocturno a mi madre” de Carlos Pellicer son un grito ahogado ante la muerte, su misterio inexplicable y el dolorido gemir que se vuelve música de palabras.
Hace poco leí un libro llamado “Cenizas de mi padre” del cineasta Claudio Isaac. Narra algunos episodios de la vida de su progenitor e inclusa realiza un viaje a Akron, Ohio, a donde fue su padre como concursante de un certamen internacional de natación.
Un notable escritor reseñó con justicia el libro y al final concluye que pudo haber sido una excelente novela. Bueno, aquí me detengo, ¿tiene que ser novela un libro para qué sea bueno?
¿Por qué en México la literatura confesional se considera un subgénero?
En Francia, nación rigurosamente cartesiana, incluso se han dado best sellers de ese tipo como “L’Amant” de Marguerite Duras, para citar a uno muy conocido.
El rechazo a leer libros “deprimentes” es producto de una negación. Al compartir un dolor, terminamos sintiéndolo y por esos muchos se niegan a ir a la casa del duelo o al libro donde un alma se desgaja en fragmentos. Para dramas ya tengo los míos, suelen decir.
Pero algo nuevo hay en la gente que la impele a verse reflejada en ese espejo de funeraria obsidiana. Qué libros tan duros como “Las cenizas de Ángela” hayan obtenidos imbatibles índices de venta nos habla de la necesidad de un sector de encarar las furias que enfrenta una otredad.
Si usted no desea leer el drama ajeno, pero desea sublimar el suyo, la escritura puede darle sosiego. No tema hacerlo mal: una manera de soltar la pluma es escribir una especie de carta a los hijos o a los padres y así las ideas fluyen más libremente. Y esas palabras no se las lleva el viento.
lunes, 26 de septiembre de 2011
las diosas y las nubes: Noches áticas
las diosas y las nubes: Noches áticas: (foto: Wikipedia) Aulo Gelio, estudiante romano, escribe en latín en las noches de Atenas. Escribe un libro infinito, absurdo, que yo jamás...
domingo, 14 de agosto de 2011
Escuchando a Joaquín Rodrigo: mi primer concierto
A mi siempre me acompañó la música.
La primera vez que escuché algo distinto de don Joaquín Rodrigo, uno de mis compositores favoritos modernos, fue en un concierto del Canal TRM transmitido en vivo allá por 1983: a través de esa pantalla tuve mi encuentro iniciático con su “Fantasía para un Gentilhombre” para guitarra y orquesta.
Digo distinto porque, en esa época, a cada rato veíamos un vulgar comercial de una mueblería del DF que -de seguro sin pagar derechos de autor- usaba el Concierto de Aranjuez de Rodrigo para mostrar sus juegos de sala, cocinas integrales y barras de cantina domésticas.
Desde entonces, he frecuentado la música de un autor que se ha vuelto un soundtrack intermitente de mi existencia y casi he comprado todas sus grabaciones, aunque la primera fue una versión para flauta transversa de la “Fantasía” que grabé en casette, gracias a Luis Homero Lavín, mi primera amistad melómana en Mazatlán y mayor que yo por más de 30 años.
Me reconcilié con el Concierto de Aranjuez cuando, al cumplir 17 años y, con el práctico dinero que prefería en vez de una incómoda celebración, me compré un disco LP con la versión de Alexandre Lagoya donde dicha versión venía escoltada por Fantasía para un Gentilhombre. Esto era en “Ocean Records”.
Era fascinante el tono confidencial de la guitarra, el susurro de los cellos y la orquesta apareciendo en el momento preciso con ecos de pajarerías, trino de feria o chiquillerías de percusiones al ritmo ecuestre del primer movimiento. El tercer movimiento me arrobó por sus picardía sutil y a la fecha sigo sin soportar al segundo, que es el más usado aún por la televisión comercial.
De las pocas personas con las que yo hablaba de música era con mi tío Martín, entonces estudiante de arquitectura en la UNAM, quien en sus vacaciones pasaba sesiones conmigo escuchando mis pocos y preciados discos. Poco después de ese encuentro con Aranjuez, y ya recién graduado mí tío, lo visité dos semanas a finales de 1987 y el último día hizo un gran esfuerzo para llevarme a escuchar a la OFUNAM en la Sala Netzahualcóyotl.
Y digo gran esfuerzo porque nunca olvidaré esa rauda mañana de domingo en la que Insurgentes me pareció un gran freeway gringo, manejando él a gran velocidad e ignorando dos semáforos, luego de haber checado la cartelera en la prensa y descubrir que nos quedaba el tiempo justo para ir al concierto y, luego al final, pasar a dejarme a la central camionera… Había una fila inmensa a la que pacientemente nos agregamos y el ánimo se nos vino al piso cuando el altavoz anunció que dentro de 15 minutos se iba a cerrar la sala.
Esperanzados, vimos que una familia junto a nosotros -aunque en un punto más cercano a la taquilla, dado que la fila tornaba como un caracol-, decidía huir al percatarse de lo inminente del cierre, pero nosotros tomamos el sitio vacante gracias a su compasiva condescendencia y espíritu de esperanza…
Cosa de milagro fue que la fila avanzó más rápido y, contra todo lo esperado, mi tío consiguió los boletos y entramos a la sala al justo cierre de la puerta, sentándonos en el espacio del coro, mientras por el escenario aparecía el guitarrista Alfonso Moreno quien, luego de la ovación, inició mi primera audición en vivo del “Concierto de Aranjuez” de Joaquín Rodrigo.
Más tarde asistiría a varios conciertos en vivo aquí en Mazatlán, incluso una versión del Aranjuez con Heriberto Soberanes, y he conseguido grabaciones de toda la obra de Rodrigo. pero ese primer concierto sigue resonando en cada partícula de mi memoria. Y si a veces me falta humor para asistir al teatro, evoco ese momento cuando ir a un concierto era viajar a otra ciudad y aparte sobrevivir a toda una odisea para llegar a sus primeras notas... Aún no dejo de escucharlo a cada momento.
sábado, 6 de agosto de 2011
En Huasca de Ocampo
Acabo de volver de Huasca de Ocampo, Hidalgo, pueblo mágico donde participé en un encuentro de creadores del Fondo Nacional de las Artes donde funjo como tutor de novelas. He aquí mis impresiones de la región en el terreno turístico. (El del encuentro de las diversas tribus de escritores, pintores, coreógrafos y artes en ascenso me llevaría toda una novela).
Las actividades fueron en la inmensa e inundada Hacienda de San Miguel Regla, terrorífico recuerdo del Conde de Regla, Pedro Romero de Terreros, amplio hotel en cuyo centro yace el antiguo casco, inundado a manera de lago artificial, por el cual uno puede remar bajo los árboles musgosos y entre los patos crocantes... Es tan peculiar que han filmado ahí varias películas de terror,
Nos tocó una boda de postín el sábado, realizada en la Iglesia dedicada a San Miguel Arcángel que está a la entrada y me sorprendió que durara tanto la ceremonia… luego supe que el novio se tardó dos horas en llegar a la cita y por eso los invitados estuvieron tanto tiempo afuera del templo, sin saber si entrar o volver al rato.
Por fortuna, el domingo tuvimos mañana libre y bajamos a la barranca vecina donde están los prismas basálticos, formaciones rocosas de amplias figuras rectangulares donde una cascada irrumpe con gracia. Si bien el sitio ya luce un poco “teoticahuanizado” -por la cantidad de puestos que venden cosas ajenas a la cultura de la región,- la visión del torrente y su frescura pagan el viaje.
De ahí, la visita obligada era ir a Huasca a disfrutar la barbacoa, el pulque y los mixiotes, y si bien un taxi nos cobraba 60 pesos, un amable señor nos dijo que yendo en lancha a través de la presa que cubre otra vieja hacienda nos ahorraríamos un buen trecho de camino, además de la mejora del paisaje. En efecto, por diez pesos por persona emprendimos el recorrido lacustre y el lanchero nos paseo cerca de la chimenea de la hacienda, único punto visible del viejo esplendor.
Cerca de Huasca hay un Museo de los Duendes, ya que en esa región hubo muchas minas e ingenieros británicos que vivieron por décadas con sus familias, las cuales trajeron de allá sus creencias.
También el gusto por los “pastes”: unas empanadas de hojaldre a las que les ponen salchicha, arroz con leche, carnita de puerto e incluso mole.
Lo que quiero recalcar es que la gente era muy servicial, pero no a la manera de los estados del sur, donde son de una cortesía natural de nacimiento hacia el visitante y hasta el tono de voz revela esa educación. Parece ser que todos estaban conscientes de la necesidad no sólo de atender bien al turista, sino de ayudarlo a ahorrar, encontrar lo mejor y sentirse en confianza.
El boom de Huasca es reciente, aunque siempre tuvo un público fiel entre habitantes del centro del país. Un amigo filmó una película ahí hace años y dice que la producción acabó diciéndole “Guácara de Ocampo” por lo aburrido que era antes. Hoy tienen tirolesas, gotcha, buenos restaurantes y tiendas de golosinas.
De regreso a Mazatlán, mi vuelo nocturno llego muy demorado y, para no exponer a mi familia, me vine en un taxi del Aeropuerto que no me encendió el aire, se vino a una velocidad agresiva llenándome de polvo por las obras inconclusas de ambos puentes a la entrada de la ciudad y ni las buenas noches me dio al dejarme en casa. Así, ¿cómo vamos a levantar Mazatlán?
Para la otra, mejor le doy una lana a un vecino que tiene vehículo y necesidades... Quizás falta que nos den algunos cursos para recordar que hasta los viajeros locales requieren atención. O que conozcamos la verdadera pobreza y entonces, ahora sí, cuidemos a una de las pocas industrias que mantienen vivo a este extraño país.
domingo, 29 de mayo de 2011
El paso del tiempo
Tan sencillo como que las cosas y los rostros no cambien con el tiempo
Pasé una tarde con el quiropráctico. Ahora tengo un padecimiento que sólo les da a los adultos mayores y a los deportistas: lesión en los meniscos.
Me halagó el señor al preguntarme, a la hora de rastrear el origen del daño, si fui cátcher en mi juventud. “No”, le dije, “nada más he sido shortstop como el perro Snoopy y mi infancia fluyó frente al televisor”.
El aviso es que, después de los 40 años, ya no se puede correr con el mismo brío por el malecón. Véase en el espejo y recuerde la manera en que vivió su vida, antes de meterse a rutinas de ejercicio.
En vez de eso, acudí al espejo del prójimo. Me puse a ver las páginas de Facebook de algunas mujeres de mi pasado. Para algunas, las más remotas, el bótox fue algo tan destructivo como una epidemia de lepra... esos rostros que me miran ahora desde la pantalla, marcados por la intervención vanidosa, ¿alguna vez despertaron pasiones y provocaron incendios más terribles que los de la Troya homérica?
En un programa de comedia gringa llamado "Better with you", una de las protagonistas dice que los hombres somos idiotas hasta los 27 años y que, a partir de ahí, comenzamos a componernos poco a poco.
Debe de haber aquí algo de cierto: a partir de las 30, la raza anda alivianada y se mueve sin prejuicios. Todos los protocolos, desde el acto de conocerse hasta el sexo y los negocios, se van en automático y hay menos lío que a los veintitantos a la hora de relacionarse. Ya todos han tenido carrera, matrimonio o divorcio y se dan cuenta que no tiene mucho sentido aparentar lo que no eres.
Enciendo la tele y escucho esta frase: “Si sabes lo que eres, no tienes nada que demostrar". Esto no fue en un programa cultural, sino en un anuncio de Dolce Gabbana for men
La sensación de cierre un ciclo no me sobrevienen solo con los achaques físicos: las cosas que dan vueltas, como ciertos aniversarios de cosas que ocurrieron en mi infancia y parecen repetirse. Figuras como las de Juan Pablo II o John Lennon parecen ser algunas de las marcas que el tiempo dejo en mi infancia y adolescencia.
La primera vez que vino Juan Pablo II a México el evento me desconcertó porque nos quitaron las caricaturas. Yo tenía 8 años y en la tele, sólo dos canales. Las caricaturas nos las suspendían sólo cuando había futbol o el Presidente daba su informe, asuntos al parecer más importantes que nuestro pasatiempo.
Si ya daban en vivo las transmisiones en el Canal 2, sitio de telenovelas, noticieros y todas las cosas aburridas, ¿qué necesidad había de quitarnos también el Canal 5 con todo y Tío Gamboín? La explicación de mi papá -hombre sabio que siempre respondía mis preguntas - era que lo habían hecho por política.
En esa primera visita de Juan Pablo II a México, el narrador de la tele era Paco Stanley. Lo recuerdo perfectamente e incluso leí en el TELE-GUÍA que le llamaron la atención por decir "tiara" en vez de "mitra" a la hora de describir el atuendo del Santo Padre.
¿En qué momento supieron los organizadores que a Karol Wojtyla le gustaba la música de Roberto Carlos? Por esa época, nos hicieron cantar en la primaria el Día de la Madre la cancioncita de "Amigo" y ya sentíamos que nos elevábamos todos al cielo en cuerpo y alma. Qué diferencia ahora que hasta los maestros les dan a los niños los resultados de los exámenes.
Yo supe de Lennon el día de su muerte: tenía diez años. Un año antes, le habían disparado al Papa. La verdad, me pregunté si algo tenían que ver entre si esa repentina obsesión por atentar contra personas. Intuí la importancia de Lennon cuando vi un reportaje en PARA GENTE GRANDE, programa que ya veía a los 10 años, junto con COSMOS. Las otras opciones eran el Tío Gamboín y Chespirito.
No asociaba a Lennon con los Beatles, que yo creí que era un grupo aún en activo que escuchaban mis primos mayores y amigos fresitas de la primaria. Desde entonces, vivía a cierta distancia de esa cultura musical por diversos motivos. Mis amigos oían a los KISS y a Village People, grupos que nunca entendí porque nunca sentí que hubiera algo más allá de su vestuario y el tiempo me dio la razón. (Les invitó a descifrar las letras de los KISS y verán que no tiene nada de maléficos.
Cuando yo estaba en la prepa, Beijing era Pekín, Gadafi era Khadaffy y el PRI era el PRI. Un personaje de Stalker (Tarkovsky) dice: "La Edad Media era más interesante: cada casa tenía su duende y cada iglesia su dios". Hoy hay dioses, demonios y profetas por todos lados.
Cambian los símbolos, Y como dice una canción de Incubus “Mi pasado es peligroso, pero cada cicatriz que llevo canta monumentos de donde he estado y melodías a donde voy”… ¿También lo harán los meniscos? No puedo dejar de preguntármelo.
domingo, 22 de mayo de 2011
Apocalípticos y desintegrados: el juicio final pospuesto
Las teorías del desastre suelen ser las más exitosas. La vocación del ser humano por lo inminente y su asombro por la tragedia generalmente triunfan.
Desde el jueves pasado, redes sociales y antisociales han recibido una dosis diluvial de comentarios sobre este asunto, instalados en los más dispares y disparatados sentidos.
La pasada psicosis mediático-cibernética sobre la venida del Día Grande y Terrible arroja luz sobre nuestro catastrofismo natural. El tremendismo es una necesidad tan adictiva como la adrenalina, y más si son catapultadas por hechos recientes como el tsunami, la inseguridad y el constante estado febril de la vida moderna.
¿Hasta dónde debemos tomar ciertas afirmaciones de la Biblia de manera literal? Me refiero tanto a los creyentes como los no-creyentes.
Se nos olvida que la Biblia es una compilación de diversos escritos, ordenados y discutidos en diversos concilios, cuya interpretación se presta a mucho enfoques, incluso dentro del marco de una misma iglesia. Son literatura inspirada y un gran testimonio del origen de la sociedad de occidente.
El debate lleva varios siglos, ha involucrado a grandes mentes e incluso a figuras alzadas a los altares, pero aún no concluye la discusión sobre la literalidad de algunos conceptos.
Si usted toma la Edición Pastoral de la Biblia Latinoamericana, disponible en cualquier librería de la Iglesia Católica, se sorprendería de la modernidad de sus comentarios: acepta la posibilidad de que el paso por el Mar Rojo haya sido una exageración añadida por otros editores, aunque en ningún momento nos niega el milagro. Sólo señala la existencia de dos escritos diferentes.
Las discusiones sobre la historicidad o canonicidad de algunos textos de la Biblia se sostuvo por varios siglos en el mundo católico. El Apocalipsis, de donde provienen la mayoría de las hipótesis del fin del mundo, fue aceptado en el canon religioso hasta el año de 382, pero la querella se prolongó e, incluso, santos como Juan Crisóstomo no estaban de acuerdo con su inclusión.
Este asunto cobró nueva vida con la Reforma y la Contrarreforma, en donde las Iglesias Protestantes usaron su propia versión de la Biblia -la llamada King James- y la cual aún no acepta varios de los libros llamados Deuterocanónicos, es decir, aquellos de los que sólo se preservó el original escrito en lengua griega. (El asunto en realidad es mucho más complicado).
De ahí que algunas religiones en lengua inglesa hayan vuelto a retomar esta discusión sobre el fin del mundo. Contando las generaciones de la Biblia, el Arzobispo anglicano James Usser sacó la cuenta en 1650 y llegó a la conclusión de que la tierra había sido creada “el atardecer al domingo 23 de octubre del año 4004 A. C.”… Otro religioso anglicano propone el año 3929 y la diferencia se basa en que usó otro calendario hebreo más antiguo.
Esto le da a la tierra la edad de 6000 años: si el mundo fue creado en seis días, entonces todo checaría. Habrá que ver si el Creador tiene la misma obsesión que tenemos nosotros por los números decimales. (En la Biblia, aparecen más seguido el 3, el 7 y el 40 a la hora de proporcionar elementos simbólicos)
Recordemos lo que dice el propio Jesucristo en los evangelios: hay que estar preparados porque ese día grande y terrible llegará sin previo aviso. Aunque que también pudo haberse referido a la hora final de cualquera de los seres humanos creyentes en su ministerio.
Algunos teólogos piensan que el fin de mundo no vendrá de esa manera, si no que el Apocalipsis sólo utiliza una serie de símbolos y mensajes ligados a la liturgia de las primeras iglesias y que su profecía va más allá de los Cuatro Jinetes. El reino de Dios también estaría en la tierra y el Juicio Final sería aquel que nos toca a cada uno de nosotros. Pero como dice Benedicto XIV, hay asuntos en donde nuestra fe se mueve a tientas.
domingo, 10 de abril de 2011
Con temple mazatleco
Según me entero, a Charles Portis, el autor de la novela “True Grit” (¿Con temple de acero?), historia de donde fue inspirada la reciente película de vaqueros nominada al Oscar, le gusta venir a Mazatlán.
No sólo eso: es aquí en Mazatlán donde compra las cintas para la máquina de escribir con la que escribe sus novelas, según encontré en un blog donde un amigo suyo hace ese comentario. Y ese es todo el comentario hecho en el sentido personal. No revela ningún otro aspecto, más que el detalle de que realiza regulares viajes a nuestra ciudad. (A continuación, el link)
http://blogs.wsj.com/speakeasy/2010/12/21/the-author-behind-true-grit/
Portis al parecer es un autor raro, encerrado, a la manera de Salinger, a quien disgusta el mundanal ruido y se mueve de incognito. Un gringo que conocí en una librería de la Zona Dorada me contó haberlo conocido en los años setenta, de manera muy circunstancial, y sin haber hablado de literatura.
La película “True Grit” es un remake de otro western con el legendario John Wayne. En lo personal, he disfrutado esta tensa y tersa historia con placer. Me encantan los anti-westerns, aquellas propuestas donde los personajes se comportan como en la vida real y no siguen los esterotipos y demás lugares comunes del género que lo vuelven predecible y olvidable.
En el género del cine gringo, hay otra cinta muy realista que también es una de mis preferidas y de la que tenemos vagas evidencias de que el autor también toco tierra con nosotros: “El tesoro de la Sierra Madre”, de B. Traven.
Al parecer, el primer contacto de Traven con México fue el haber desembarcado en nuestro puerto. La novela de gambusinos y bandidos que fue llevada al cine por John Houston con la genial actuación de Humphrey Bogart y Walter Houston –padre del director- ocurre en una región sin nombre la cual, al parecer, es la nuestra: los únicos puntos geográficos mencionados en las páginas centrales de la novela son Mazatlán y Durango.
Si bien el inicio transcurre en los campos petroleros del Golfo, la historia más adelante se desplaza hacía un área misteriosa que, por sus referentes, bien podría ser la sierra que compartimos con Durango... Otro aspecto extraño y realista de la historia es que ocurre durante la Gran Depresión y vemos que México es un luminoso país con oro y petróleo por donde vagan varios estadounidenses oportunistas, ligeramente “muertos de hambre” y deseosos de encontrar rápida fortuna.
Por el hecho de que la mayoría de sus personajes son gringos, podría pensarse que las novelas de B. Traven son de un autor nacido al norte de nuestra frontera, pero ahí radica el enigma de Traven: sus novelas están escritas en alemán… ¿Habrá nacido en la poderosa Alemania de Bismarck y llegado a nuestras costas impulsado por la misma migración que trajo a los Farber, los Melchers, Everst, Claussen y demás apellidos de cepa prusiana?
El misterio sigue vigente. Su manejo del alemán asemeja un inglés mal traducido o un alemán dialectal bastante tergiversado.
Otro autor de prestigio, de quien vimos huellas de presencia en nuestras playas, es ni más ni menos que Susan Sontag, quien en 1991 firmó en el libro de visitantes del Museo Arqueológico de Mazatlán. Su firma fue estampada en fechas cercanas al eclipse del verano de 1991, así que existe la posibilidad que haya venido a presenciar aquí dicho fenómeno. Pero bueno, al igual que el resto del artículo, es posible que todo esto solo sea una simple especulación fundamentada en diversos datos y fechas coincidentes.
O sea, en pocas y resumidas palabras, una verdadera muestra de literatura. Esperemos que finalmente así sea.
domingo, 3 de abril de 2011
Festival Internacional del Cine en Guadalajara: la reseña
La semana pasada asistí al Festival de Cine de Guadalajara, invitado por la U. de G. para compartir una charla sobre la adaptación al cine de dos de mis libros. He aquí unas impresiones.
El logotipo es fascinante: una figura con máscara de luchador bajo un sombrero de charro que nos mira con fijeza, realizado con grecas de aire prehispánico y oscuras mitologías. Nuestros símbolos más repetidos por el cine mexicano a lo largo de su época –los charros y los enmascarados- son aquí estéticamente sintetizados con donaire.
El primer fiasco del festival fue la negativa de El Hijo del Santo a que se exhibiese una cinta en donde “El Santo” aparece con mujeres desnudas. La polémica fue grande, ya que se había invertido una fuerte cantidad de tiempo y recursos para recolorearla, pero el heredero se negó, ya que en vida el propio Rodolfo Guzmán Huerta –“El Santo”- se opuso firmemente a su exhibición.
Otras fuentes dicen que esas películas si se exhibían, pero solo fuera de México, debido a un acuerdo entre caballeros con la producción. “El Hijo del Santo” dijo que su protesta no radica en que no le hayan invitado al festival, sino a partir de su deseo de mantener intacta la figura de su padre. Pone de ejemplo que “Adiós ídolo mío”, de José Buil, una cinta mucho más crítica, fue exhibida en vida del Santo con permiso suyo.
En mi charla compartí la mesa con Orfa Alarcón, cuya novela “Perra brava” está siendo llevada al cine y con Gustavo Bolívar, autor de “Sin tetas no hay paraíso” y “El capo”, con quien ya he coincidido en otros eventos y ya me he referido en esta columna.
Ante la pregunta sobre si los medios y telenovelas como la suya incitan a la violencia, Gustavo Bolívar respondió sereno: la violencia es un fenómeno que no se le puede achacar a las comunicaciones. La Revolución Mexicana misma, la sangrienta “Guerra de los Mil Días” que padeció Colombia y muchos otros conflictos de gran impacto y secuelas sociales relevantes sucedieron en épocas en las que no existían televisión, radio y cine mismo.
“Los artistas que tocaban el tema de la Guerra de Vietnam en los Estados Unidos fueron muy criticados en su momento. Si nos hubiera tocado esa guerra, los escritores escribiríamos de eso. La realidad es la realidad”, concluyó Gustavo.
Dentro de los documentales que alcancé a ver y, siguiendo con el tema, uno que llamó la atención era “Pablos Hippos” que trataba sobre los hipopótamos que se escaparon del zoológico privado de Pablo Escobar y se reprodujeron en una región pantanosa cercana, provocando un cambio en el ecosistema y hasta continuas peleas entre los machos. No era el mejor, pero incluía dibujos animados donde los animales nos contaban su historia.
La actriz homenajeada fue la siempre bella y talentosa Diana Bracho junto con la figura de Manuel Esperón, quien falleció hace pocas semanas. Otras figuras presentes fueron Angélica María y Angélica Vale, quien apareció en la cinta “Salsa en Tel Aviv”: Israel era el país invitado de honor en un evento donde se homenajeo al director alemán Werner Herzog.
Es impresionante la campaña que hacen estado como Veracruz y Chihuahua para que los realizadores usen sus estados como escenarios. Los stands y folletería repartidas con este propósito eran en verdad de primer mundo. ¿Algún día veremos eso en Sinaloa?
domingo, 13 de marzo de 2011
Los otros tsunamis: Crónica Mazatleca
Toda generación que olvida su pasado se ve obligado a repetirlo, reza un viejo adagio.
Hemos revivido, a escala magnificada y tecnificada, el escenario del maremoto –así se llamaban antes las tsunamis- de 1964, cuando otro Mazatlán, igual de alarmado y veloz, se volcó a los cercanos poblados de Concordia, Copala y, ¡hasta la Barrigona!, en fuga del inminente desastre.
Claro que en emergencias de este tipo ninguna alerta debe ser desestimada. Incluso durante el terremoto de Alaska de 1964 - que provocara la psicosis que aún recuerdan nuestros padres y abuelos-, existía un fundamentado riesgo real.
Los efectos de ese temblor provocaron olas que afectaron la muy distante costa de Chile. Alguna vez vi en Discovery Channel un largo reportaje sobre esa gran sacudida de la corteza terrestre que fue un real hito. Las huellas que dejó en Alaska se volvieron un referente para la ciencia sismológica.
En los años 60, el Ayuntamiento recibió la alerta y mandó el carrito de sonido de mí tío José Luis Robles a que avisara a la población de la inminente hecatombe. El propio Presidente Municipal, don Alberto Tripp Flores, fue a despertarlo por la madrugada para salir a enterar del riesgo a un Mazatlán donde no sólo no existían celulares ni internet, sino que tampoco se contaba con teléfono en todas las casas.
Así que, luego de mandar fuera a su mujer y sus hijas pequeñas, mi tío se subió a su Volkswagen rojo con bocinas en el techo para despertar a la población, acompañado por el propio alcalde en el asiento del copiloto, con el propósito de reafirmar la verosimilitud del aviso.
Ya pasada a la alarma, para mi tío fue muy duro que ciertos medios luego lo acusaran de haber provocado él solo el escándalo y hasta de haberse coludido con algunos ladrones que saquearon hoteles. Pudo haberse negado a ese recorrido en la mañana de aquel lejano Viernes Santo, ya que el pago ofrecido era lo de menos: realizó el acto a conciencia en un momento que no se sabía a qué hora podía irrumpir la gran ola.
Nunca se arrepintió de ese papel. Poco antes de morir recibió un reconocimiento del Ayuntamiento por ese gesto, gesto incomprendido en menos de 24 horas.
Ahora bien, todo ese ajetreo tuvo un origen justificado que, a toro pasado, es fácil descalificar. En 1985 tuvimos un escándalo sumamente lamentable porque surgió a partir de un vil rumor: qué en el programa matutino de Guillermo Ochoa, en uno de los dos únicos canales de tv, una vidente había pronosticado un maremoto para Mazatlán durante el mes de noviembre.
A diferencia de la alerta de 1964 y la del pasado viernes, que iniciaron por la madrugada y provenían de medios de comunicación serios y con base científica, el rumor añadía una fecha exacta que ya no recuerdo si era el 17 o el 27.
Estaba muy reciente el terremoto del 19 de septiembre en la Ciudad de México. La gente seguía sensible y no pocos comenzaron a preocuparse sobre el riesgo de algún ciclón: el estero del Infiernillo comenzaba a ser invadido y rellenado y ya se hablaba del anárquico crecimiento de la ciudad.
De nada sirvió que el propio Guillermo Ochoa aclarara en otra emisión lo falso del asunto. La población no vio o no quiso ver la realidad. Decían que era cosa del gobierno que lo ocultaba. Llego el día y nomás cayó un aguacero.
Por cierto, ese Alcalde también fue famoso por implantar el toque de queda por la violencia que se vivía. Era la época de los legendarios “Mongoles”, una banda de pioneros del cholismo.
Ojalá esta reciente movilización social nos ayude – a todos – mantener un plan de contingencia lo más claro e inmediato posible, tanto en los hogares como de parte de las autoridades. Sé que existe: ahora el riesgo es que la gente desestime de antemano una futura alerta similar. ¡QUÉ NO NOS PASE!
domingo, 13 de febrero de 2011
Amor en letras
El amor en la literatura, comparado con otros temas, es asunto bastante reciente si lo confrontamos con la guerra, el odio, los caprichos de los dioses y los de la naturaleza misma.
Las epopeyas de la antigüedad tienen episodios violentos donde el romance es elemento secundario. La posición de la mujer es terrible, casi como valor de uso o trofeo político.
En el Ramayana o el Mahabaratha de la India, los hombres nunca se enamoran. Ya ni se diga en las tradiciones egipcias, babilónicas y hebraicas.
El gran trasfondo de la Ilíada no es el romance de Héctor y Elena (de hecho, las relaciones homosexuales entre Aquiles y Patroclo son un trasfondo igual de importante que las batallas de helenos y troyanos).
Nos encanta creer que el enfrentamiento entre Troya y los griegos surgió por un gran amor: en realidad, lo que estuvo en juego fueron las rutas comerciales de Oriente que tenían su base en Turquía. Como todas las guerras, el asunto era el dinero.
Los arqueólogos descubrieron en Troya restos de jade y demás evidencias de un encuentro refinado con las culturas asiáticas… en ese tiempo, los griegos eran una horda de pastores que peleaban entre si a lo largo de su árido país, al calor de vinos resinosos. Querían acceso a ese mundo y esta guerra los benefició, así como los enfrentamientos con Persia. Y en su mitología, las mujeres son crueles como Hera, imprudentes como la ninfa Eco o madres asesinas como Medea.
El ideal del amor, como tema principal en una creación literaria, analizado de principio a fin y donde los personajes viven atrapados por su hechizo, surge hasta la Edad Media. Es en el llamado “Amor cortesano” de los poetas provenzales y su versos galantes donde los académicos han situado el origen de este tema que hoy es infaltable en la poesía, el cine y donde quiera que la creatividad necesite dotarse de interés para las masas.
Antes, hubo breves epigramas amorosos en la antigua Roma, hechos por Catulo, Marcial y Propercio, poetas fallecidos antes de los 30 años y que por ello quizá sus obras fueron consideradas pecados de juventud.
El romance era algo poco serio para tomarse en cuenta en la literatura, acaso una desviación adolescente. El matrimonio, como hoy, era cosa práctica y razonada. Gracias esa visión, el gran poeta de Roma fue el pomposo Virgilio, que murió a edad avanzada mientras paseaba en la galera del emperador Augusto.
De estas dos fuentes, surgió la poesía de Dante Alighieri y la menos conocida de Francisco Petrarca. El amor a Beatriz Portinari es el sosten de La Divina Comedia y en su infierno revolotean dos amantes suicidas, Paolo y Francesa.
Petrarca es el primer gran enamorado de la literatura, tanto en los textos como en la vida: sus “Sonetos a Laura” surgieron por una mujer que lo dejó fulminado el 6 de abril de 1327, mientras salía de la misa de Viernes Santo a las 15:00 hrs. Antes de él, A NADIE se le había ocurrido darle importancia poética a un enamoramiento y, además, registrar el inicio de su calvario.
Advierto que una cosa es el amor y otra el sexo: éste no falta en las grandes obras de la antigüedad e incluso es la chispeante materia que mueve otras obras medievales como “El Decamerón” (Italia), “Los cuentos de Cantebury” (Inglaterra) y “El libro del Buen Amor” (España). Faltaban largas décadas para llegar a “Romeo y Julieta” o los madrigales de Sor Juana y Gutierre de Cetina. Ni el romance de Don Quijote y Dulcinea llegó a concretarse.
Hasta el tema del amor a Dios se maneja poco en la Biblia: sólo en el Cantar de los Cantares, San Juan y las Cartas de San Pablo se menciona directamente, pero eso mejor lo dejamos para Semana Santa.
domingo, 6 de febrero de 2011
Marquesados Literarios: un paseo por autores y títulos nobiliarios
Los marqueses más populares en la literatura son dos: el Marqués de Sade y el Marqués de Carabás: éste último suele ser uno de los primeros miembros de la realeza que los niños conocen, especialmente si sus padres pusieron a su alcance “El Gato con Botas”.
Del marqués de Sade han corrido más leyendas y referencias que de cualquier otro personaje similar de las letras. Su título era falso; aunque en la ciudad de Lacoste, en Vaucluse, Francia, aun se conserva un castillo que fue de su familia.
Para mayor referencia del mundo de la moda, acotemos que este castillo y casi todo el casco antiguo de Lacoste son propiedad del diseñador Pierre Cardin, quien enfrenta serios problemas con los lugareños por sus actitudes señoriales, las cuales incluyen el hecho de que nunca saluda a los nativos al pasear por la calle.
En la lengua española, pasando a terrenos más serios, tenemos al Marqués de Bradomín, creado por don Ramón del Valle-Inclán y especie de “otro yo” estilizado del autor gallego, y personaje de sus novelas llamadas “Sonatas”. La gente de su tiempo se refería al autor como “El señor Marqués”, asunto que no le desagradaba.
(Hay por ahí una producción fílmica de las Sonatas hecha en España, dirigida por Juan Antonio Bardem, tío del actor de “Biutíful”, en la que aparece María Félix.)
Valle-Inclán es un personaje mitad del siglo XIX y mitad del siglo XX. Sus famosas barbas de chivo provocaron muchos chistes y es pionero de dos detalles modernistas: escribió la primera novela sobre la figura de un dictador latinoamericano (“Tirano Banderas”) y también es el primer autor español de quien se tiene noticias de que fue fumador de algo más que tabaco, según dejó escrito en un libro llamado “La pipa de Kif”.
Camilo José Cela es otro escritor que ha sido elevado a la realeza. Nació en Padrón, también en Galicia, como Valle-Inclán, más exactamente en una parroquia llamada Iria Flavia. Luego de recibir el Nobel, Camilo José Cela fue erigido como Marques de Iria Flavia, distinción que por cierto no se le dio a los dos otros Nobels españoles anteriores: Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre.
Tal vez no les tocó porque la costumbre de dar títulos heráldicos a los escritores y artistas populares nació antes en Inglaterra, donde se nombró caballeros a personajes como Sir Rudyard Kipling o Sir Lawrence Olivier, quienes eran tipos bastante solemnes en los años cuarenta.
Uno de ellos fue cantor literario del Imperio Británico y el otro un emblemático actor shakespereano que hasta se casó con Vivian Leigh, más recordada como “Scarlett O’Hara”.
Más recientemente, se nombró “Sir” a figuras Pop como Sir Paul McCartney y hasta Sir Elton John. Esto fue un intento de las casas reales para ganarse la simpatía de los electores que fue seguido apresuradamente por la Casa de Borbón, también cada vez más cuestionada por sus súbditos. (Felipe González se negó a aceptar un título nobiliario por coherencia con su pasado socialista).
Tengo curiosidad por saber cómo será el escudo de Mario Vargas Llosa. El de don Camilo tiene “dos plumas de oro dispuestas en aspa, sobre campo de azur, acompañadas de tres veneras de plata, una en cada flanco y otra en punta, y en lo alto una estrella de ocho puntas de oro”, según consulté en una página oficial.
Si Gabo hubiese adquirido la doble nacionalidad y, de haberle tocado ese honor, hubiera tenido el redundante título de “Marqués de García Márquez”, aunque quizás él prefería ser “Príncipe de Macondo” o “Conde de Aracataca”.
A ver si uno de estos días, Su Majestad Don Juan Carlos de Borbón y de Borbón, amanece con sentido del humor político y tiene la ocurrencia de, a manera de consuelo, nombrar a García Márquez Paje Oficial de Don Fidel Castro, amo y señor de la isla de Cuba y amigo suyo hasta la ignominia.
domingo, 30 de enero de 2011
Adios, Turismo de Mazatlán
Publicado en NOROESTE Mazatlán
Ya se fueron parte de los cruceros. ¿Qué otra parte de Mazatlán se irá con ellos?
La semana pasada ocurrieron dos fenómenos interesantes en la costa del Pacífico. El primero es el que nos afecta de manera inmediata: el retiro de varias líneas de cruceros que dejaban significativa derrama en nuestro destino.
El otro fenómeno lo vi en la televisión nacional cuando, con bombo, platillo y fanfarria, el Gobernador de Colima anunciaba que Manzanillo se volverá ya un gran puerto de cruceros e, incluso, tendrá uno de inversión totalmente mexicana que lo tomará como punto de embarque.
Tan significativo fue el hecho que en este evento estuvieron tanto el Gobernador de Baja California, Narciso Argúndez, como la actual Secretaria de Turismo Federal, quien por cierto hoy se encuentra de visita en el puerto para tratar de resolver el problema de Mazatlán.
El buque Chihuahua Star, que hacía la ruta Mazatlán-La Paz, se nos fue a Topolobampo, que también ya recibe cruceros. De ahí, muchos visitantes se van a conocer El Fuerte, sitio donde ahora resulta que ahí nació “El Zorro” y el gobierno apoyó la creación de un monumento… pese de que está demostrado que El Zorro no sólo no nació ahí, sino que además, nunca existió.
El Zorro fue inventado por el periodista de nota roja Johnston McCulley. Nacido en Illinois, donde se inició escribiendo en “The Police Gazette”, McCulley incluso ni conocía California, ya que su trabajo menciona plantas que en ese estado no existen, salvo en invernaderos.
La única coincidencia es que “El Zorro” se llama Diego Vega, apellido común en el norte del estado, a la manera de los Osuna y Lizárraga de por acá. Con eso les bastó a la Iniciativa Privada, Gobierno y medios locales para elevar a producto tangible una leyenda atractiva para los extranjeros.
En Colima no se durmieron. Desde hace rato recrearon un Centro Histórico, mejoraron la terminal de cruceros porque algunos visitantes no se bajaban del barco al ver tantas grúas, además de que impulsaron visitas a la Laguna de Cuyutlán y a Comala, pueblo básicamente de mariachis. En la Plaza Principal del Centro Histórico hasta pusieron una escultura de un pez vela casi del tamaño de nuestros Monos Bichis.
Esas obras de Manzanillo empezaron en 2002. Aquí, el año pasado, un turista de crucero tuvo un accidente al desaparecérsele el piso en una de las glorietas del malecón, quizá por falta de mantenimiento y supervisión en el marco de la debacle de fin de trienio.
¿Qué nos faltará a Mazatlán para salir de este bache? No basta sólo con la seguridad. Además de mejorar los servicios, quizá nos urja más imaginación o la bizarría de otros municipios, que no tienen miedo de poner una escultura a un pez vela o un zorro. De perdida habrá que erigir una estatua a John Wayne, auténtica leyenda gringa que visitaba a Mazatlán, en su rincón preferido: el muelle de la flota deportiva junto al faro.
Esto no sólo es obligación de las nuevas autoridades de Turismo, si no de una conciencia general de prestadores de servicios turísticos y el resto de la sociedad.
La inversión de hace veinte años atrás, a favor del rescate del Centro
Histórico y, en concreto, la reactivación de la vida cultural en torno al Teatro Ángela Peralta, fue un esfuerzo visionario del cual hoy seguimos viviendo. Ya es tiempo de renovarnos y darle mayor impacto a lo logrado.
No digamos que la moneda está en el aire. Eso equivale a confiar en la suerte. Las ideas están el aire: el reto es aterrizarlas, materializarlas, volverlas auténtica propuesta positiva.
domingo, 16 de enero de 2011
Ophicus y el oficio del astrólogo
Querámoslo o no, el Zodiaco es uno de los símbolos de la personalidad o el destino que siguen con nosotros desde tiempo inmemorial.
Hace días, el cosmos y el imaginario colectivo se vieron envueltos en un delirio por el anuncio de un astrónomo gringo, revelando la aparición de un nuevo signo y la rotación inmediata de los demás entes astrológicos.
En realidad eso es noticia vieja. En “Cosmos”, el libro clásico de Carl Sagan realizado en los 70 y luego llevado a la tele, ya advertía que el eje terrestre había modificado su curso hace 2000 años y que las constelaciones habían cambiado de posición, cosa que los astrólogos no parecían haberse percatado.
Por el otro lado, los astrólogos afirman que sí se habían dado cuenta de ese suceso, pero que decidieron dejar los doce signos para no romper la armonía de sus categorías (agua, tierra, viento y fuego) con un treceavo más. Aparte, sostienen que lo que rige el ciclo en realidad son los solsticios y equinoccios solares. También la luna manda.
En la antigüedad, los solsticios eran el 24 de diciembre y el 24 de junio. ¿Les suenan conocidas esas fechas?
Por mi parte, no acudo al zodiaco para regir mis decisiones, pero con los años, me he dado cuenta que mis grupos de personas afines festejan sus cumpleaños en las mismas temporadas. En junio y diciembre me la paso bien ajetreado con festejos de sagitarios, cánceres y géminis.
No me conviene creer en el zodiaco porque soy Piscis con ascendente Géminis, los dos signos dobles y contrarios: lo que me salvaría fue que nací al día siguiente de un eclipse, con un cielo nuevo y en domingo, a las 12 en punto del mediodía. Mis padres tenían ambos signos.
Una vez conocí un parasicólogo que no podía creer que yo fuera Piscis, por el tipo de vida que llevo y mi modo de ser. Aventuró que tenía un géminis muy dominante… ya qué conoció más mis defectos personales aceptó que ese si era mi signo.
Según las revistas del corazón, principales autoridades a la hora de hablar del zodiaco, Piscis es un signo débil, tímido, soñador y caprichudo. Mi tío Chivi, que siempre usa sombrero, botas y maneja tráilers desde muy joven, compra billetes de lotería Tauro porque dice que Piscis no sirve. Me di cuenta hace años cuando un día le abrí la cartera, ya que era de los que llegaban a la casa de visita dándonos buen dinero a los niños. No voy a escribir aquí para qué tipo de persona considera que debe corresponder el signo Piscis.
Los horóscopos comenzaron a aparecer en los periódicos en Paris por los años veinte. La referencia la tenemos por el poeta surrealista y astrólogo André Bretón quien se quejó de eso. Sólo eran válidos los vaticinios hechos de manera individual, carta astral en la mano y billetera lista.
La verdad, los astrónomos no deberían meterse con la astrología por el mismo motivo que los astrólogos tampoco deberían entrometerse con la exploración espacial: cada quien tiene su público.
Supe de Oficus hace años en un programa de Guillermo Ochoa, el antiguo informador de las amas de casa pero, desde entonces, yo no creía que fuera importante todo lo que se decía en el Canal 2, especialmente los sábados por la mañana.
Por cierto, la horrible palabra Ofiuco puede volverse Ophicus, tal como la escribí, por el mismo motivo que decimos Géminis y Piscis en vez de gemelos y pescados, ¿o no?
domingo, 9 de enero de 2011
Crónica Mazatleca: La leyenda de El Buto
Me considero mazatleco de pura cepa porque uno de mis amigos de infancia fue un personaje tan emblemático que, con ese sólo antecedente, daría carta de naturalización a cualquiera.
De hecho, antes de ser “amigo de infancia”, fue una imagen antagónica y perturbadora, mucho más inquietante que el mítico hombre del costal, personaje que siempre es un ser intangible y por lo tanto, poco creíble, tal como muchas cosas que suelen decirle los adultos a los niños.
En mi infancia, si yo no consumía mis sagrados alimentos a la hora y el momento preciso, sentado afuera de mi casa aguardaba el ejemplar castigo. Un ser real que parecía venir de un mundo bizarro.
Me refiero al Buto, figura señera de nuestras calles, personaje central de nuestras plazas, amo y señor de cada uno de los rincones de este incomparable puerto. ¿Quién no lo conoce y lo reconoce? ¿Qué dama de Mazatlán no ha sentido vulnerada su intimidad con la mirada invisible de este errante fantasma de las banquetas?
Si, este señor de piel tostada, mirada apacible y sonrisa abierta, era visitante frecuente en mi barrio. Claro que es escaso el sitio de Mazatlán en donde este cuadrumano caminante no haya dejado su huella, pero especialmente hacía estación afuera de la casa de mis abuelos, donde era común verlo tomando el fresco.
Ahí estaba, tranquilo, a veces hojeando alguna revista con las páginas al revés. Uno de los vendedores de esa época solía regalarle de vez en cuando un vaso rebosante de agua de cebada y no era raro verlo masticando los hielos con gran alegría.
Cuando superamos la edad de que “si no te comes la sopa le vamos a hablar al Buto para que te lleve”, nos hicimos amigo de él, ya que lo saludábamos cada vez que ascendía el cerro y el correspondía con un sonido gutural, mostrando su dientes amarillos y su mirada vidriosa, antes de recargarse en la alta banqueta y mirarnos filosóficamente. A veces duraba largas horas echado bajo nuestra ventana... Quizás en mi barrio de la calle Luis Zúñiga sobrevivía algún fermento de su memoria.
Por cierto, toda la vida oí que la gente de mi rumbo le decían “El Guto”. De la 5 de mayo para abajo ya era “Buto”. ¿Se llamaría en realidad “Gustavo” o “Augusto”? En Cuba y Brasil ese nombre es un diminutivo común. Aquí en México no se utiliza.
Eso abre la puerta a las otras leyendas que circulan en torno a este enigmático vagabundo. Se dice que una vez bajó de un barco en el muelle; otros juran que fue abandonado por una familia errante que despreció su condición física; hay quienes afirman que es heredero de una cadena de tortillerías en una ciudad del norte, cadena de la que fue despojado por familiares ambiciosos a la muerte de sus padres, en fin…
Una de las vecinas, Doña Necky, solía darle de comer y de vez en cuando lo bañaba a manguerazos, pero no era su madre biológica. A veces le tocaba la puerta llamándole “mamá”, una de las pocas palabras que le he escuchado pronunciar. La otra era el nombre de mi padre, a quien saludaba sigiloso, tocándole el tobillo mientras conversaba de espaldas, dándole un ligero susto para después nombrarlo con su voz hueca: “Juaaanjooo”.
Donde bañan seguido al Buto es en el Mercado Pino Suarez. Y es que una tienda departamental de ropa popular suelen regalarle la ropa que normalmente usa. La única condición que le pone el propietario es que acuda bien bañado para recibir la donación. Entonces encamina sus pasos al mercado y ahí lo bañan a golpe de manguera mientras se ríe a carcajadas.
Han pasado las décadas y a veces se le puede ver sentado en el camellón de la cuchilla de Juan Carrasco. También es personaje emblemático en los servicios sanitarios de unos negocios ubicados por el Antiguo Camino a Urías.
Ha sobrevivido a enfermedades y atropellamientos. El día que lo perdamos, Mazatlán ya no será el mismo. Pero la leyenda continúa. Gente como él hace la historia y le da forma, relieve y memoria con su presencia.
De hecho, antes de ser “amigo de infancia”, fue una imagen antagónica y perturbadora, mucho más inquietante que el mítico hombre del costal, personaje que siempre es un ser intangible y por lo tanto, poco creíble, tal como muchas cosas que suelen decirle los adultos a los niños.
En mi infancia, si yo no consumía mis sagrados alimentos a la hora y el momento preciso, sentado afuera de mi casa aguardaba el ejemplar castigo. Un ser real que parecía venir de un mundo bizarro.
Me refiero al Buto, figura señera de nuestras calles, personaje central de nuestras plazas, amo y señor de cada uno de los rincones de este incomparable puerto. ¿Quién no lo conoce y lo reconoce? ¿Qué dama de Mazatlán no ha sentido vulnerada su intimidad con la mirada invisible de este errante fantasma de las banquetas?
Si, este señor de piel tostada, mirada apacible y sonrisa abierta, era visitante frecuente en mi barrio. Claro que es escaso el sitio de Mazatlán en donde este cuadrumano caminante no haya dejado su huella, pero especialmente hacía estación afuera de la casa de mis abuelos, donde era común verlo tomando el fresco.
Ahí estaba, tranquilo, a veces hojeando alguna revista con las páginas al revés. Uno de los vendedores de esa época solía regalarle de vez en cuando un vaso rebosante de agua de cebada y no era raro verlo masticando los hielos con gran alegría.
Cuando superamos la edad de que “si no te comes la sopa le vamos a hablar al Buto para que te lleve”, nos hicimos amigo de él, ya que lo saludábamos cada vez que ascendía el cerro y el correspondía con un sonido gutural, mostrando su dientes amarillos y su mirada vidriosa, antes de recargarse en la alta banqueta y mirarnos filosóficamente. A veces duraba largas horas echado bajo nuestra ventana... Quizás en mi barrio de la calle Luis Zúñiga sobrevivía algún fermento de su memoria.
Por cierto, toda la vida oí que la gente de mi rumbo le decían “El Guto”. De la 5 de mayo para abajo ya era “Buto”. ¿Se llamaría en realidad “Gustavo” o “Augusto”? En Cuba y Brasil ese nombre es un diminutivo común. Aquí en México no se utiliza.
Eso abre la puerta a las otras leyendas que circulan en torno a este enigmático vagabundo. Se dice que una vez bajó de un barco en el muelle; otros juran que fue abandonado por una familia errante que despreció su condición física; hay quienes afirman que es heredero de una cadena de tortillerías en una ciudad del norte, cadena de la que fue despojado por familiares ambiciosos a la muerte de sus padres, en fin…
Una de las vecinas, Doña Necky, solía darle de comer y de vez en cuando lo bañaba a manguerazos, pero no era su madre biológica. A veces le tocaba la puerta llamándole “mamá”, una de las pocas palabras que le he escuchado pronunciar. La otra era el nombre de mi padre, a quien saludaba sigiloso, tocándole el tobillo mientras conversaba de espaldas, dándole un ligero susto para después nombrarlo con su voz hueca: “Juaaanjooo”.
Donde bañan seguido al Buto es en el Mercado Pino Suarez. Y es que una tienda departamental de ropa popular suelen regalarle la ropa que normalmente usa. La única condición que le pone el propietario es que acuda bien bañado para recibir la donación. Entonces encamina sus pasos al mercado y ahí lo bañan a golpe de manguera mientras se ríe a carcajadas.
Han pasado las décadas y a veces se le puede ver sentado en el camellón de la cuchilla de Juan Carrasco. También es personaje emblemático en los servicios sanitarios de unos negocios ubicados por el Antiguo Camino a Urías.
Ha sobrevivido a enfermedades y atropellamientos. El día que lo perdamos, Mazatlán ya no será el mismo. Pero la leyenda continúa. Gente como él hace la historia y le da forma, relieve y memoria con su presencia.
domingo, 2 de enero de 2011
AÑO NUEVO: LA OBLIGADA REFLEXIÓN
¿Por qué la mayoría de la gente esperamos hasta Enero para plantearnos propósitos significativos? ¿Acaso las metas deben tener ciclo o caducidad de doce meses para que nos llamen a la reflexión y al compromiso?
Igual sentimiento comparto con las celebraciones de Centenarios o Bicentenarios tanto de personajes ilustres o cuestionables sucesos políticos... Me pregunto de donde vendrá esa obsesión occidental por los números decimales.
La mayoría de las metas planteadas por muchos de nosotros en estas fechas se relacionan con la salud y el aspecto físico. Ahí están los gimnasios y malecones, abarrotados durante las primeras semanas del año. Luego, el económico.
Sin embargo, el cambio mental o de ideal político en realidad está en otro nivel de prioridades. Casi nadie va con el sicólogo, pero si con el nutriólogo, al despuntar enero.
En el sentido espiritual, los calendarios religiosos ofrecen las opciones de la Cuaresma o el Ramadán en el mundo Islámico como periodos de reflexión y análisis de conciencia, por no hablar de las coloridas expresiones orientales en el momento de la renovación. Ambas se rigen por el antiguo calendario lunar.
Tomás de Kempis decía que es imposible volverse santo de un día para otro, pero que si dejamos de cometer un pecado al año, aunque éste sea venial y ya no volvamos a repetirlo, podríamos acercarnos poderosamente a lo que él llamaba La imitación de Cristo.
Para los chinos, este que viene será el Año del Conejo de Metal y se plantea como tiempo de encontrar el equilibrio, la calma, la sensibilidad y la ternura, cualidades del conejo, según algunas de las premisas de esta creencia milenaria.
Los mexicanos parecemos esta acostumbrados a que los cambios de fondo surjan a partir de los ciclos políticos, tanto sexenales, trienales o de fractura grupal. Prueba de eso fue la excesiva confianza concedida en su momento a Vicente Fox… con su consiguiente decepción multitudinaria.
Hace días, en las páginas de este mismo diario, Denisse Dresser argumentaba que la gente se resiste al cambio personal porque, si la clase política siguen en las mismas prácticas, los demás consideran que no tiene ningún sentido sacrificarse en modificar sus conductas.
Nunca será tan precisa aquí la frase de que “todos los pueblos tienen los gobernantes que se merecen”.
Culpar a los políticos del estado de cinismo, desfalco o putrefacción en que se encuentra una sociedad, puede parecer muy cómodo, aunque recordemos que estamos en un país con pocos elementos para ejercer una democracia directa, fuera de las elecciones. ¿Alguna vez hemos tenido un referéndum para aprobar una nueva ley o política de estado?
En 1978, Abel Quezada dijo: “Para ser político en México no se necesitan ideas, mucho menos ideales. Basta con la disciplina, el silencio, la complicidad, el encubrimiento y la abyección”.
En verdad, esos elementos no pertenecen en exclusiva para los políticos, sino que también ya han sido adoptados por la mayoría de sociedad para poder sobrevivir en el esquema en que hoy nos encontramos atrapados.
Aunque usted no crea en las creencias de la cultura china, quizás sea buena la imagen poética del Año del Conejo para aprovecharlo para dar un gran salto hacia adelante, pero que sea real: ya ese concepto lo usaron también en China para definir un proceso de la Revolución Socialista que luego se volvió un callejón sin salida.
Enero es un mes que recuerda las dos caras del dios Jano: hay que elegir mirar hacia el lado correcto. Nunca ha sido sencillo, pero si la vida fuera demasiado sencilla, nunca sabríamos bien como aprovecharla.
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