domingo, 31 de agosto de 2008

Margarita Naranjo



Iniciamos hace tiempo este espacio a invitación de NOROESTE como la oportunidad de mantener un diálogo franco con sus lectores, enfocado a la literatura, la vida cultural y los hechos cotidianos de nuestro puerto, sustancias de las cuales ha sido producida la amalgama de nuestra existencia.
En ese devenir -ir y venir-, hemos procurado mantenernos en esa tesitura, respetando la temática del espacio en el cual nos han confiado el derecho a expresarnos.
Por ello, en este espacio, no habíamos tocado anteriormente el tema de la violencia que nos embarga a los sinaloenses, aunque en otros foros no hemos quitado el dedo del renglón en cuanto a la responsabilidad civil de nuestra sociedad: el “ver y callar”, que muchas veces practicamos, siempre será terreno fértil para no pocas infamias de la vida diaria.

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Ahora la violencia ha llegado a esta página. La incalificable manera en que se nos ha arrebatado a una artista comprometida con su trabajo y la enseñanza.

Es difícil separar este hecho del contexto de inseguridad que vivimos. Cualquiera que sean los móviles y las circunstancias de un acto criminal, no es fácil dejar de asociarlo con el entorno que nos rodea.

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Conocí a Margarita Naranjo de Saa como compañera de trabajo en el Centro Municipal de las Artes. Una de mis sobrinas fue su alumna en la Escuela de Ballet y me tocó estar cerca de Margarita y la Mtra. Zoila Fernández en algunos proyectos. Claro que también fui espectador continuo de sus elaboradas presentaciones.
Por muchos años, yo me negué a tener Internet en mi casa, por lo que agradablemente coincidía con Margarita en el mismo cibercafé.
Pocas veces la vi fuera de su entorno artístico, salvo las ocasiones que nos encontrábamos en el barrio de la Cinco de Mayo. La única vez que coincidí con ella en una fiesta fue en la graduación de sus propias alumnas.
Los que escribimos, tenemos la mala costumbre de reconocer y a veces clasificar a la gente por sus lecturas. Con Margarita conversé una vez sobre la novela más rara y más incomprendida de Alejo Carpentier, “La consagración de la primavera”, libro poco leído por los especialistas y que ella conocía muy bien. El personaje principal de esa novela era, precisamente, una bailarina de ballet.
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La recuerdo en especial durante una función dominical del día del niño, en que las maestras habían montado el espectáculo de Cri Cri para un evento especial del DIF. Yo veía la presentación tras bambalinas, oculto junto al telón, mientras las pequeñas bailarinas, vestidas en rojos kimonos, marchaban de un lado a otro de la boca escena del Ángela Peralta, a un ritmo acompasado y oriental.
No reconocí a Margarita Naranjo en primera instancia porque por lo general la veía con el cabello distinto, sujetado en cola de caballo. Como buena maestra de ballet, siempre estaba preparada para dar el ejemplo y en esa ocasión lo llevaba libre sobre los hombros.
Por largo rato creí que era hermana de alguna de las niñas, apoyando a las maestras en el traspunte, hasta que de repente dio un inconfundible gesto de mando al momento cumbre del espectáculo, por lo que me sorprendió de buen grado su presencia. Parecía una niña traviesa, confundida entre las demás compañeras, inmersa en la aventura jubilosa de interpretar y rehacer una obra de arte, a través de la música y el prodigio encendido de la danza.
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El arte a veces es lo único que podemos anteponer ante la barbarie. Y siempre será una de las mejores maneras en que demostramos que los seres humanos nunca moriremos del todo. Gracias a su ejemplo y sus alumnas, Margarita Naranjo está más viva que muchos de los que aún gozan el privilegio del aire. Y eso nunca podrán quitárselo: nada, ni nadie.

jueves, 28 de agosto de 2008

Canarias




Hace poco tiempo, invitado por la Universidad de las Palmas de Gran Canaria y la dulce amiga Alicia Llarena, viajé a las islas Canarias y me tocó hacerlo en el mismo vuelo de Spanair que acaba de volverse una tragedia. Recuerdo que tuve conflictos a la hora de recoger mi boleto y la gentil dama madrileña que me auxiliara comentó que los servicios de esa línea eran pésimos, llenos de retrasos, al grado de que ellos le llamaban “Spa’ no ir”.


Acostumbrado a los desplantes de Aerocalifornia, la línea que daba servicio a mi Mazatlán en horario nocturno, no dejé de preocuparme. ¿Hasta donde pueden entrar en conflicto los compromisos de seguridad y los intereses financieros? Si bien las normas son internacionales, del 11 de septiembre a la fecha las aerolíneas enfrentan graves retos por la crisis resultante. Ahora es más común que dejen varados a los pasajeros e incurran en sobreventa, debido a que han tenido que reducir su personal en gran medida.



En Tenerife, una de las islas Canarias, aconteció en 1977 el más grande accidente en la historia de toda la aviación: 580 personas fallecidas. En 1983, ocurrió saliendo de Barajas el siniestro donde perdieran la vida Jorge Ibargüengoitia, Manuel Scorza, Angel Rama, Martha Traba y Fanny Cano… Ahora esos dos accidentes se han conjugado en un mismo destino donde vuelven a unirse los nombres de Barajas y Canarias en un solo hecho lamentable.

(La fotografía la tome de un monumento a Cristobal Colón que está en el puerto de Agaete, allá en la Gran Canaria, y aparece en relieve la silueta de estas islas. De ahí se toma el ferry para Tenerife, cuya montaña inmensa se alcanza a ver en el horizonte, llena de neblinas. Ahí estuvo el Almirante avituallándose de agua y reparando sus carabelas. Allá comenzó todo. Y como dice el pie de la placa de mármol: "es griterío mayoritario de los historiadores".)

Ojalá de este horrible drama salgan nuevas lecciones de seguridad. Me enteré que antes del accidente en Tenerife, los capitanes eran en los hechos los amos absolutos de las naves y, según las grabaciones de la caja negra, uno de los capitanes implicados desoyó la tímida advertencia del joven copiloto, así como el aviso de la torre. Dicho capitán era una estrella e imagen corporativa de su aerolínea en esa época, pero está comprobado que tenía prisa por despegar. A partir de ese momento se cambiaron los protocolos internos de la cabina y el lenguaje es exclusivamente el inglés, usando solo frases sencillas. Además, las palabras “salida” y “despegue” ya no se pueden usar como sinónimos en ese tipo de operaciones.




Insisto: que de este vuelo surjan enseñanzas, medidas de seguridad y, sobre todo, no haya lugar para arreglos por debajo del agua: esos asuntos, ya consumados, solo se pueden arreglar con un único tribunal: aquel que está por encima de la estratósfera.

domingo, 24 de agosto de 2008

El chino subterráneo



ANTIPODIA (SOLO PARA MAZATLECOS)

Por supuesto que no vamos a hablar de las Olimpiadas ni de las peculiares tradiciones del Imperio Celeste. Esos temas han sido bastante discutidos y desmenuzados hasta la saciedad por todos los medios recientes.

Me refiero al chino subterráneo que tenemos en Mazatlán, aquel que lleva una vida paralela a la nuestra: aquel que se acuesta a dormir cuando los primeros corredores y los últimos parranderos pululan por nuestro malecón en pos del amanecer.
De niño siempre me intrigó esa creencia de la vida de los antípodas, quienes, etimológicamente, tienen los pies al lado contrario de nosotros. ¿Cómo serían aquellos seres que comen y duermen al extremo contrario de la esfera terrestre, me preguntaba dándole vueltas a un globo terráqueo?

Mazatlán tiene dos áreas de contacto ubicadas en dos diferentes cuadrantes: una es el punto geográfico opuesto y la otra es la antípoda. Dicho punto está precisamente en China: la ciudad de Tienpao, ubicada sobre el Paralelo 23 11’ 55” N y 11,046 km. al este del Meridiano 106 25’20” E, correspondiente inverso a las coordenadas de Mazatlán y a través de la distancia más corta, sin pasar por el centro de la tierra.
Los chinos de Tienpao, nuestro punto opuesto meridional, tienen exactamente la hora contraria a nosotros porque viven con doce husos horarios de diferencia. Las 12 del mediodía en Mazatlán allá son las 12 de la noche, circunstancia que también comparten con Hanoi, capital del antiguo Vietnam del Norte.
El otro espacio pitagórico con que contamos es la dichosa antípoda, el punto donde el ambiente y su entorno están de cabeza. Ahí las noticias son malas.
En las coordenadas 23 11’55” S y 106 25’20” E nos aguarda un espacio de mar abierto en el océano Índico, frente a las costas occidentales de Australia, (más o menos por donde estaría la isla de la serie televisiva “Lost”).
Debo estas precisiones cartográficas a la buena voluntad de mi amigo Antonio Aguirre, quien las realizó aplicando los conocimientos adquiridos en la Preparatoria Pro Cultura Regional, en aquellos tiempos que Mazatlán tenía pocos maestros y oficiales de la Náutica y el Ejército impartían clases en sus aulas. Cualquier posible error o mal interpretación, por supuesto, corresponden ya al firmante de esta columna.
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Por cierto, por ahí anda un argentino que sostiene que estamos mal: el norte está en el sur y a la tierra la vemos de cabeza. Buenos Aires, Australia y Sudáfrica serían los sitios boreales. Como en el espacio exterior no existen ni él arriba y el abajo, su argumento posee cierta lógica.
Sin embargo, por algo las masas continentales en su mayoría se han agrupado en el hemisferio norte, además de la existencia del polo magnético. Esa es la explicación que me dieron a la pregunta de porque la gente más influyente, en la historia de la humanidad, ha nacido en esta parte del mundo. El sur cuenta con más océanos que tierra firme.
No desconfiemos de los científicos argentinos. Ellos fueron los culpables de que Plutón fuera defenestrado como planeta en el famoso congreso internacional de hace dos años. Y vencieron a los gringos, quienes defendieron a Plutón con todo, ya que ese fue el único planeta descubierto por ellos. Si desaparecieron un mundo lejano, no sería raro que luego le dieran la vuelta al nuestro.
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A esto añado otro detalle más complicado. El Maestro Héctor Araiza Quintero, una de las personas más sabias que hemos tenido en la región, nos comentaba en vida que los antípodas reales de Mazatlán estaban en Porto Alegre, Brasil, ya que la tierra luce achatada en los polos debido a la erosión del movimiento gravitacional, como si fuese una mandarina pisoteada por un distraído gigante estelar.
Esta visión fue la que tuvieron los astronautas al ir a la luna, ya que ellos pudieron apreciarla en una perspectiva lejana, notando que el mundo no luce tan perfecto como lo vemos en el cine de ciencia ficción.
Siguiendo esa directriz, al Mtro. Araiza -a quien le decíamos "El Chino"- le divertía que los antípodas de su natal Altar, Sonora, fuesen los pobladores de la desértica provincia de Salta, allá en Sudamérica, mientras que a nosotros nos tocaba un puerto carnavalero.
Parece ser que estos cálculos los obtuvo el profesor con unos científicos de la ex Unión Soviética con quienes mantenía contacto en épocas anteriores al correo electrónico, aunque eso me recuerda a la teoría de los nazis de que la tierra era redonda y nosotros estábamos por dentro con todo y el sol... Mi amigo Luis Lavín, matemático de altos vuelos- me dijo el viernes que el achatamiento de la tierra no pasa de una diferencia del 1 %.

Algunas ciudades de España se han dedicado a buscar sus antípodas y han realizados labores de intercambio cultural y hasta económico, pero ojalá eso lo hagan las nuevas generaciones, cuando Mazatlán tenga una vida más próspera y al fin nuestro país pueda hacer negocios reales con los famosos tigres del Pacífico, naciones que hace apenas cuarenta años vivían en la ruina y hoy nos dan el ejemplo... (La foto de arriba es de Tienpao, no la agarré al azar)

jueves, 21 de agosto de 2008

Anima Mundi






Desarmado
ante el amor de Cristo
por el nardo de la eucaristía
aquí yazgo.

Herido por el fuego de la caridad
depositario de la brasa del sacramento
mi alma incandescente
se arrodilla ante el misterio.

Bengalas de alabanzas
toque de trompetas en galerías siderales
mi alma incandescente
astíllase ante el silencio.

Alma alondrecida fija en esta tierra,
hoy con espíritu de incienso se levanta:
el alma tiene vocación de pluma
aire de cuerda al sol
vibrante melopea
cuerpo humano en trance de burbuja.

El alma del hombre es una burbuja de jabón
flotando en un Iglesia a oscuras.
Nadie la ve, nada le ilumina.

Pasa sin romperse por la corona de espinas
tornasolada revolotea
diluido arco iris en su esfera.

Semeja el alma humana
en busca del reflejo de su savia secreta.

Vuela, nube deliciosa,
pompa de jabón en espera de la tormenta.
Ingrávida luz transfigurada en vapor
apágate silenciosa.

El alma del hombre es una pompa de jabón
flotando en un Iglesia a oscuras.
Nadie la ve, nada le ilumina.
Sólo al acercarse al vitral
un fulgor mercurial le centellea.

Más se acerca a Dios
si revolotea
ante la
corona y sus espinas.




(Este texto es mío, aunque quizás no lo parezca)

miércoles, 20 de agosto de 2008

Kafka en la ventana



ÍCONOS, VENTANAS, FANTASMAS


Desde hace unos lustros, la palabra ventanas define en inglés a un programa de computación tan doméstico hoy como las ventanas mismas. Nosotros le decimos windows. En España, reacios a esa influencia, algunos le siguen llamando por su nombre castellano a pesar de su demora al pronunciarse.

Al surgir la computación - y su hija desquiciada, la internet – muchos profanos le vimos como cosa de brujería. Un invento irreal.

En una carta escrita a su novia a principios del siglo XX, Franz Kafka divide a los inventos humanos en dos ramales: máquinas de traslación y máquinas fantasmales. Las primeras, por supuesto, son vehículos como el automóvil, el avión, o el tranvía en su caso, si queremos darle a la cita un toque de época.

Las máquinas que producen fantasmas serían la fotografía, el cine y el telégrafo: en contra de sus propósitos iniciales, según Kafka, éstas enrarecen la comunicación y la difuminan porque producen falsas extensiones de lo real y terminamos confundiendo el mensaje con el medio, tal como asumió en los setentas Marshall McLuhan.

De esta manera, el mundo moderno es un torbellino de fantasmas que se tropieza con humanos en movimiento, a pesar de que nos mantengamos fijos ante una pantalla. La internet y la tele, por supuesto, cabrían en el campo de las aparatos que producen falsas réplicas de lo otro y nos hacen mirar la realidad por un espejo nítido, aunque empañado en el fondo si pudiésemos apreciar la imagen verdadera. Apariciones, pues.

Entre lo animal y la máquina, lo humano es una ráfaga que se pierde. Una cifra o un insecto, como los más perfectos personajes de Kafka.


*


En el mundo antiguo, ajeno la imprenta y la ciencia, donde los hombres éramos pastores asustados interrogando a las estrellas de la bóveda celeste, era más fácil buscar o sentir la presencia de lo divino. El pensamiento humano flotaba como una chispa perdida entre la inmensidad del cosmos y lo único certero eran la muerte y la furia de la naturaleza. Palabra y música eran nuestros únicos vehículos.

Santo Tomás decía que el brillo de una persona dependía de la cercanía que estuviera de Dios: a menor distancia, mayor era su reflejo en nuestra alma y rostro. Una luz sin más intermediario que la fe… En otra página hasta comparó al Espíritu Santo con un destello atravesando el vientre puro de María; un cristal cruzado por la luz que no se rompe.

A quienes vivimos hoy la poderosa cultura de la imagen, nos resulta muy difícil meternos en la mente de los primeros creyentes y los primeros científicos. El azoro ante lo desconocido no encontraba rostro. De ahí la necesidad de representación de las figuras divinas o la oscura notación alquimista. Sin intención de adorarlas, sino emplearlas como ventanas para visualizar y pre-sentir la efigie del gran secreto.

Los rusos inventaron en la Edad Media una palabra que hace treinta años no era tan recurrida: íconos, palabra que parece sacada de los sótanos del Kremlin y que define a esas pinturas religiosas hechas al temple con una técnica que, gracias a la yema de huevo, hace ver los cuadros como refulgentes vitrales en el interior de una catedral. Lo sagrado plasmado en una ventana que en realidad es un cuadro. O una pantalla encendida transportable para hablar con Dios, si queremos términos modernos.

En fin, hoy en día encontramos en la computadora íconos y ventanas para ver la realidad y también confundirla con irrealidades o apariciones.


Hacemos clic y minimizamos los asuntos. Pero a pesar de tantas distracciones, todavía algunos pueden ver la luz sin temor a que su ilusión se vuelva un fantasma en el vaho del espejo.


Abrimos la ventana por la mañana y en el fulgor del sol resplandecen la claridad y la certidumbre. Y sin necesidad de energía eléctrica. Sólo el aliento solar. Por la noche están las estrellas, el relámpago y también la luna, el único ícono permitido a los musulmanes. Y también nuestro espejo, según Borges.

martes, 19 de agosto de 2008

En Chino




Lo más terrible de las Olimpiadas es que revelan, más que nunca, las limitaciones de nuestras televisoras.
Por más que presuman sus avances técnicos, sus alardes de sincronía y enlace, además de dominar el conocimiento de lo que ocurre aquí y en China, la creatividad de nuestros comunicadores continúa en los años setenta.
Hay cosas de las Olimpiadas que no deberían ser narradas ni por los comentaristas deportivos o aquellos que sienten fascinación por la política como extensión de la nota roja.
Aspectos culturales, como la ceremonia de inauguración, ameritarían ser descritas de un modo y un tono distintos al de un escandaloso partido de futbol soccer.
¿De que sirve que los chinos reproduzcan una atmósfera onírica, perfumada de silencios dramáticos, si los comentaristas no se callan la boca entre cada eco musical?
¿Para que esos despliegues de percusiones, cantos sincopados y coreos rítmicos si nuestros narradores prefieren extenderse en chistes malos o leer, sin ningún cambio o matización, la información que les han inoculado con el kit de prensa?
No necesariamente todos los enviados deberían de opinar aquellas cosas que nosotros mismos estamos viendo en pantalla… esos ejercicios de obviedad ya ni se dan en los programas infantiles, pero aquí prosiguen en cadena nacional.
La televisión francesa realiza producciones con voces educadas, donde a diferencia de nosotros y los gringos, los narradores saben utilizar los recursos dramáticos y estéticos del silencio.
Y eso desde hace décadas… recordemos los documentales de Jacques Cousteau que recreaban con maravilla el mundo del silencio.
Qué lejos estamos de hombres cultos como Fernando Marcos, Paco Malgesto o Pepe Alameda, para mencionar a solo tres voces de la vieja escuela deportiva que, además de conocedores de su campo, mantenían un vocabulario variado y un conocimiento cultural bastante amplio.
El propio Alameda, quien apareció en su momento en el canal local hablando de toros, fue un gran poeta secreto y propietario de un discurso verbal irrepetible, según cuentan algunos escritores reconocidos que compartieron con él su peña y su tertulia.
Tampoco se trata de que envíen a Monsiváis, la versión moderna de Juan José Arreola, en calidad de santo cívico y guardián del buen gusto televisivo. Cada cosa en su sitio. Monsiváis está muy bien en su Museo del Estanquillo.
Mandar comediantes a recorrer las calles de un país extranjero, haciendo desfiguros y jugando con la ventaja de desconocer el idioma, como que ya es un recurso demasiado manido. Esa pobre gente de la que hacen mofa en su cara, así como a no pocos de sus sitios sagrados, merecen un poco de respeto.
Recuerdo cuando en Italia 90 Fernando Schwartz anunciaba que Florencia era una hermosa ciudad colonial, cosa totalmente imposible, ya que los españoles – ni nadie en la historia – ha colonizado esa noble república toscana.
Colonial no es sinónimo de antiguo. Fuera del DF, no todo es Guanajuato.
Por algo el escritor Daniel Sada exigió hace años que los comentaristas deportivos de televisión deberían de leerse, cuando menos una vez en su vida y antes de agarrar el micrófono, una traducción decente de La Divina Comedia.
Pero bueno, ojalá que cuando la Olimpiada se haga en Monterrey, nuestra televisión alcance un nivel decoroso, que no solo esté desprovisto de lugares comunes, frases repetitivas y humor localista, sino que, además de informarnos con calidad, sea capaz de entregarnos un producto noble y digno de presumirse en el extranjero.
Y eso, ahora si que está en chino. O mejor dicho, en mandarín.

lunes, 18 de agosto de 2008

Mark Twain

El Octavo Día

MARCA DOS

La infancia es terreno recuperado al que siempre podemos volver. Quien deja a sus hijos una infancia luminosa, les entrega un paraíso para toda la vida: no hay mejor herencia que ese tesoro.
Los libros que leemos de niño también nos acompañan en este viaje. Para mí, la novela que marcó esos días es “Tom Sawyer”, genial creación de Mark Twain, donde evoca su infancia en el Mississippi.
Muchos escritores prefieren mencionar a Huckleberry Finn, su otra obra maestra. Es una propuesta más variada, con elementos más modernos y fundamentada en el vagabundeo. Hemingway, Faulkner y Borges la mencionaban seguido.
Yo prefiero Tom Sawyer. Ni modo. Algo en mi se identificó tempranamente con ese libro. Certos pasajes los releo e imagino con escenas que ocurren el barrio de mis abuelos, allá en el centro, y los momentos campestres los ubico en Copala.
Incluso repasé varias veces la trama con esa adaptación mexicana, transmitida cuatro veces al año por el canal 2: “Las aventuras de Juliancito”… A fuerza de repetirnos esas películas, junto con las de Pily y Mily, Marisol o Nino del Arco, Televisa quería que fuéramos idénticos a los ciudadanos de la España franquista.
Twain tiene algo más que su divertida obra de ficción. Fue de los primeros escritores en América que asumieron un papel comprometido con la verdad, ya que él se había formado primeramente en el periodismo.
“El nuestro es un oficio útil, una digna vocación. Con toda su frivolidad tiene un propósito serio, un objetivo, una especialidad y le es constante: burlarse de los farsantes, denunciar las falsedades pretenciosas, reírse de las estúpidas supersticiones hasta que desaparezcan”
Con esa frase, Mark Twain englobaba las obligaciones principales del periodista y del escritor: labores que volvió una sola, a través de un apostolado ejercido con el único compromiso de decir la verdad a través del arte.
“Quien por instinto libra esa guerra es el enemigo natural de las realezas, las aristocracias, los privilegios y demás estafas semejantes, así como el amigo natural de los derechos y las libertades humanas”, concluye.
Hoy en día recordamos más a Twain por Tom Sawyer o “El príncipe y el mendigo”. Olvidamos que fue un líder de opinión y su voz era la conciencia viva del norteamericano promedio de su época.
Incluso iba más allá. La misión de un escritor y un periodista es la de ser un visionario y tratar de ir más adelante del consenso. Apenas estamos recapitulando las atrocidades que cometió el rey Leopoldo de Bélgica, a quien en México sólo tenemos ubicado como “El papá de Carlota”.
Twain señaló en aquel tiempo los crímenes realizados por la corona belga en el Congo, además de la desmedida explotación a los naturales de África. Lamentablemente, ningún diario de Estados Unidos quiso publicar sus comentarios por temor a provocar una guerra.
Era un estilista perfecto en el manejo de la prosa. Buscaba siempre el término preciso al escribir en letra impresa. Para él, la diferencia entre una palabra correcta y la casi correcta, era la misma que existe entre el relámpago y una luciérnaga.
Samuel Clemens, su nombre real, eligió el seudónimo de Mark Twain al referirse a un viejo término de navegación fluvial, pronunciado en inglés arcaico. Cuando la sonda de los buques del Mississippi marca una profundidad de cuatro brazas, la nave podía viajar sin riesgo. Al llegar a la marca número dos (“mark twain”) era cuando comenzaba el peligro y había que andarse con precaución.
Así definía Twain su misión. Al filo de la navaja, en esa línea casi invisible que separa lo verdadero y lo importante del resto de las cosas de la vida.