domingo, 27 de septiembre de 2009

Poe y nosotros en Malinalco





Para conmemorar los primeros doscientos años de Edgar Allan Poe, la Universidad Autónoma del Estado de México y la UNAM organizaron un coloquio internacional en este sinuoso municipio, laberíntico caserío vigilado por gruesos peñones, similares a montañas submarinas a la hora adivinarlos entra la niebla, el viento y la llovizna.

El sitio fue parte de las etnias cohuistas, cholultecas y ocuitelcas, señoríos libres luego convertidos en tributarios de los aztecas. El emperador Ahuiztotl mandó realizar los monolitos en lo alto de una de sus cumbres. Ahí, en la Casa de las Águilas, fue donde los guerreros mexicas se consagraban en mágicas ceremonias.
Malinalco asciende y desciende a cada calle empedrada. Al llegar, el ambiente era de fiesta ya que se acercaba la fiesta de San Miguel Arcángel, que por cierto también es protector de Culiacán.
Sin embargo, San Miguel no es el patrono del sitio: sólo de uno de sus barrios, y es que, ante la cercanía la festividad, los devotos de su parroquia han llevado en peregrinación su imagen por todos los templos. El día de mi llegada me tocó ver una banda de aspecto sinaloense afuera de la parroquia de San Juan Bautista y les pregunté donde era la pachanga: “No hay” me dijeron “hoy viene de visita San Miguel. Venimos a tocarle al Santo”.
Las actividades se llevaron a cabo en la Biblioteca de la Casa de Luis Mario Schneider, un ejemplar escritor mexicano que donó su casa y su biblioteca a la Universidad local. Incluso se montó una pantalla de plasma en una carpa en el jardín –lleno de bugambilias y enredaderas- para que los estudiantes de filología pudiesen presenciar la lectura de las ponencias, los cuales abarcaron los más diversos aspectos de la obra de Poe.
Destaco aquí la de Gabriel Linares, quien analizó las semejanzas entre “El cuervo” de Poe y “Two english poems” de Borges y la de un agradable ensayista que venía de Dallas, Texas. Para mayor coincidencia, su nombre es Patrick Duffey, como uno de los actores del famoso serial petrolero-pasional. Duffey habló de Poe y sus nexos con Clemente Palma y Jean Epstein… por cierto, también resultó estudioso de los inicios del cine mudo en América.

Sobre Poe se comentaron diversos tópicos, incluso sobre sus semejanzas y ecos con la obra de Paul Gauguin, Julio Cortázar o el cine surrealista. Yo por mi parte hice un panorama general, destacando su influencia en Nabokov, Borges y hasta en Los Simpsons.

Malinalco está mucho más alto que Toluca. El frío y la lluvia venían con brío. Yo padecí de inmediato su flagelo, ya que iba con una irritación en la garganta que allá se volvió torbellino de carraspeos. Ver en la noticias al Gobernador local – Peña Nieto, pues – hablar de un rebote de influenza me hizo descender en busca del médico mas cercano.

Resultó haber sido amigo cercano del Mtro. Schneider y descartó los síntomas de la pandemia. Incluso me autorizó a subir a la cima del centro ceremonial, siempre y cuando no estuviese lloviendo en ese momento. Me aconsejó tratar de hablar poco, cosa por lo general difícil, y todavía más en un coloquio literario.

Ascendí el recorrido junto con el eficiente organizador, Javier Beltrán, y los amigos César López Cuadras y Élmer Mendoza, con quienes compartí mesa. A lo largo del sendero, provisto de más de 400 escalones, lucían plantas de copal y la variedad de zacate que ha dado nombre al sitio, así como los oscuros veneros que emanaban de la oquedad de la roca firme… Poe hubiera estado satisfecho de saber que su obra se había comentado en un sitio tan luminoso y cercano a las penumbras de la historia.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Viaje a Acapulco




Invitado al Encuentro de Escritores “Letras del Pacífico” me tocó trasladarme al extremoso estado de Guerrero, donde el calor no le pedía nada a las ondas vaporizadoras que, con una furia digna del Antiguo Testamento, han asolado recientemente a nuestra vapuleada ciudad.


Siempre se ha dicho que Acapulco es como una dilatada Zona Dorada, sólo que con hoteles más grandotes que los de Mazatlán y con un área rustica permanente al otro lado del malecón.


Sin embargo, me sorprendió comprobar que eso mismo sostienen los acapulqueños, criticando la inmovilidad en el desarrollo de su hábitat, así como la falta de opciones recientes. Dicen que ya es hora de dejar de ser un destino de sólo arena, sol y mar. No sólo para darle mayor variedad para el turismo, sino también pensando en ellos mismos.


Esta premisa la escuché sostenida tanto por artistas locales, empleados de hoteles, compañeros de los medios masivos y los amigos taxistas, quienes siempre son la mejor fuente de información para medir la temperatura social de un sitio al que se arriba.
Soy fanático de la comida del mar, el marisco y el ceviche, pero para mayor tristeza, todavía en Kafkapulko no se recomienda la pesca nativa: el marisco de consumo local se trae en su mayoría desde el Mercado de la Viga en el DF. Las descargas de drenaje siguen saliendo directamente al mar; las playas poseen alto índice de coliformes y, para comer camarones del golfo, vale más pedir un coctelito en uno de los rinconcitos de la calle de Gante y Filomeno Mata mientras resuena el organillo.

La más sana y depurada delicatessen local que se me ofreció correspondió por cuenta del poeta de Atoyac, Jesús Bartolo Bello, quien invitó a casa de su mamá para disfrutar de un caldo de iguana en chile colorado. Otro poeta, Jeremías Marquines, ganador del Premio Clemencia Isaura de poesía de Mazatlán, me llevó a un lugarcillo donde servían caldo de diversas huevas de pescado, nutrido con salsa de habanero y pedazos fritos de cola de pez vela.

Las virtudes afrodisíacas de la iguana son tan pregonadas que uno de los baldíos vecinos al malecón – allá también los hay - tiene un muro y una advertencia de que está terminantemente prohibido cazarlas.

Desde que se engastó al otro lado de la bahía el desarrollo Acapulco Diamante, la parte tradicional tiene un aire de obsoleto, ahí donde el turismo nacional y de convenciones ha sentado sus reales. La bahía es luminosa y ver en los cerros las mansiones que fueron de reyes nos trae la nostalgia por un tiempo que no vimos, lo cual lo vuelve dos veces irrecuperable.


En cuanto a vida cultural del puerto, se vive la polémica de la reciente puesta en venta la casa de Diego Rivera, dotada con unos peculiares murales, motivo por el cual el Ayuntamiento (¡y la Secretaría de Desarrollo Social!) estaban por adquirírsela a la familia Olmedo.


El encuentro al que asistí se llevo a cabo en otra finca histórica, la Casona de Juárez, en donde según la conseja se refugió el Benemérito. Precisamente, la ciudad tiene apellido y su nombre completo es “Acapulco de Juárez”.


A la inauguración asistió el Alcalde actual, quien dio un discurso bastante neutral y comentó la importancia del rescate de la casa de Rivera. Uno de mis amigos preguntó a uno de sus acompañantes a que tendencia pertenecía el munícipe y la respuesta del interrogado fue contundente: “el señor Alcalde pertenece a la tendencia que actualmente está triunfando en el resto del país”.


El último día, se presentó un libro de Paco Taibo en un barco, pero como tenía el regreso adelantado, me perdí así del numerito y también de la mareada que se dieron todos los que participaron.