domingo, 6 de septiembre de 2009

Viaje a Acapulco




Invitado al Encuentro de Escritores “Letras del Pacífico” me tocó trasladarme al extremoso estado de Guerrero, donde el calor no le pedía nada a las ondas vaporizadoras que, con una furia digna del Antiguo Testamento, han asolado recientemente a nuestra vapuleada ciudad.


Siempre se ha dicho que Acapulco es como una dilatada Zona Dorada, sólo que con hoteles más grandotes que los de Mazatlán y con un área rustica permanente al otro lado del malecón.


Sin embargo, me sorprendió comprobar que eso mismo sostienen los acapulqueños, criticando la inmovilidad en el desarrollo de su hábitat, así como la falta de opciones recientes. Dicen que ya es hora de dejar de ser un destino de sólo arena, sol y mar. No sólo para darle mayor variedad para el turismo, sino también pensando en ellos mismos.


Esta premisa la escuché sostenida tanto por artistas locales, empleados de hoteles, compañeros de los medios masivos y los amigos taxistas, quienes siempre son la mejor fuente de información para medir la temperatura social de un sitio al que se arriba.
Soy fanático de la comida del mar, el marisco y el ceviche, pero para mayor tristeza, todavía en Kafkapulko no se recomienda la pesca nativa: el marisco de consumo local se trae en su mayoría desde el Mercado de la Viga en el DF. Las descargas de drenaje siguen saliendo directamente al mar; las playas poseen alto índice de coliformes y, para comer camarones del golfo, vale más pedir un coctelito en uno de los rinconcitos de la calle de Gante y Filomeno Mata mientras resuena el organillo.

La más sana y depurada delicatessen local que se me ofreció correspondió por cuenta del poeta de Atoyac, Jesús Bartolo Bello, quien invitó a casa de su mamá para disfrutar de un caldo de iguana en chile colorado. Otro poeta, Jeremías Marquines, ganador del Premio Clemencia Isaura de poesía de Mazatlán, me llevó a un lugarcillo donde servían caldo de diversas huevas de pescado, nutrido con salsa de habanero y pedazos fritos de cola de pez vela.

Las virtudes afrodisíacas de la iguana son tan pregonadas que uno de los baldíos vecinos al malecón – allá también los hay - tiene un muro y una advertencia de que está terminantemente prohibido cazarlas.

Desde que se engastó al otro lado de la bahía el desarrollo Acapulco Diamante, la parte tradicional tiene un aire de obsoleto, ahí donde el turismo nacional y de convenciones ha sentado sus reales. La bahía es luminosa y ver en los cerros las mansiones que fueron de reyes nos trae la nostalgia por un tiempo que no vimos, lo cual lo vuelve dos veces irrecuperable.


En cuanto a vida cultural del puerto, se vive la polémica de la reciente puesta en venta la casa de Diego Rivera, dotada con unos peculiares murales, motivo por el cual el Ayuntamiento (¡y la Secretaría de Desarrollo Social!) estaban por adquirírsela a la familia Olmedo.


El encuentro al que asistí se llevo a cabo en otra finca histórica, la Casona de Juárez, en donde según la conseja se refugió el Benemérito. Precisamente, la ciudad tiene apellido y su nombre completo es “Acapulco de Juárez”.


A la inauguración asistió el Alcalde actual, quien dio un discurso bastante neutral y comentó la importancia del rescate de la casa de Rivera. Uno de mis amigos preguntó a uno de sus acompañantes a que tendencia pertenecía el munícipe y la respuesta del interrogado fue contundente: “el señor Alcalde pertenece a la tendencia que actualmente está triunfando en el resto del país”.


El último día, se presentó un libro de Paco Taibo en un barco, pero como tenía el regreso adelantado, me perdí así del numerito y también de la mareada que se dieron todos los que participaron.

2 comentarios:

  1. yeah! un placer conocerlo. Ai deje algo en mi blog sobre usted.
    Full abrazo

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  2. Acapulco es de las ciudades más lindas que he conocido en el mundo entero, sería un placer volver ahí. También México tiene excelentes ciudad como Punta Cana o Cancún. Además, los hoteles en mazatlán son ideales para el turista que quiere hacer otro tipo de actividades

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