domingo, 29 de marzo de 2009

Plegarias Electronicas





Interior de la Iglesia de La Madeleine, Paris, Francia.




Acabo de recibir por Internet una supuesta traducción del Padrenuestro “original”, escrita en arameo, lengua que hablaron Jesucristo y sus apóstoles de la cual, por cierto, solo sobreviven 18 mil hablantes.


Desde hace tiempo, desconfío de casi todas las verdades absolutas que me llegan por mail – sean políticas, religiosas o de millonarios que regalan su dinero a cualquier ingenuo que mande el mismo correo a todas sus amistades-, pero esta presentación llamó mi curiosidad y decidí abrirla.

Sorpresa: no hay ninguna fuente que nos diga de que manuscrito, referencia o ruina arqueológica se obtuvo dicha plegaria, tan solo una música angelical y la información de que “antiguamente era leída sobre una piedra blanca en el Monte de los Olivos”.


A pesar de la falta de documentación histórica o religiosa, sospecho que esta plegaria apócrifa seguirá reproduciéndose en la red con gran fortuna. Hay gente para la que es mejor acto de fe reenviar un correo que asistir a una iglesia – cualquier iglesia – o darle una ayuda secreta a los pobres.


Mi sospecha aumentó porque el mensaje es demasiado moderno. Habla de “nuestro crecimiento” (en el siglo XIX hubieran dicho “nuestro progreso”), “creador del cosmos” (concepto helénico que no aparece en el Antiguo Testamento), “la canción que se renueva de tiempo en tiempo y todo lo embellece” y demás frases que no se comparan con la concreción y la economía verbal del Padrenuestro de la Biblia.


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El anónimo autor habla de “el alma de la tierra”... El concepto de alma en realidad es muy reciente y en la época de Jesús sólo era compartido por los griegos; de hecho, casi no se menciona la palabra “alma” en el Antiguo Testamento. Y menos aplicada a la masa terrestre.


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¿Hasta donde vamos a creer, como si fuera el evangelio, todo lo que nos llega a nuestros correos, investido de un aura de antigüedad y creencia?



Claro que éste es un buen tiempo para crear nuevas plegarias. Pero que no nos manden una oración con lenguaje New Age y nos digan que de ahí derivó el Padrenuestro actual.
Borges decía que los evangelios seguramente eran reales. Ese lenguaje tan duro y preciso debía de provenir de personas que realmente vivieron lo que contaban: “un escritor moderno como Flaubert hubiera echado a perder la historia con adornos inútiles” concluía Borges dando un juicio estético sobre el tema.
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La Semana Santa pasada, aproveche que vi en oferta el Jesus Von Nazareth, de Joseph Ratzinger para leerlo. El análisis que realiza del Padre Nuestro en varias páginas revela todo el trasfondo que hay detrás del rezo incluido en La Biblia. De paso, sostiene qué si añadimos más cosas terrenales a las oraciones, termináremos hablando más de nosotros mismos que realizando el acto de adoración.



No todas las religiones rezan el Padrenuestro como la fe católica, aunque muchas religiones evangélicas acuden a variantes similares, como el hecho de llamar al creador “Nuestro Padre Celestial”.



Las oraciones pueden ser piezas de exquisitez poética. Véanse la oración de Daniel en la Biblia o los versos del nicaragüense Ernesto Cardenal. La misma letanía lauretana posee una sería de imágenes esenciales: Rosa Mística, Torre de Marfil, Arca de la Alianza, etc.
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El verso de que dice “auxilio de cristianos” le fue añadido a la letanía luego de la Batalla de Lepanto, combate donde se derrotó a los musulmanes y perdiera una mano don Miguel de Cervantes Saavedra.
En cambio, Santa Teresa de Ávila decía que lloramos más por las plegarias atendidas que por aquellas que – aparentemente – no se no escuchan… Bueno, aquí usted sólo podría juzgar en base a su experiencia. ¡Buenos Días!

lunes, 23 de marzo de 2009

Estampas parisinas


Madame Recamier



Paseo por el Museo del Carnaval, en el barrio antiguo de Paris, cerca de la Plaza de los Vosgos y la casa del escritor Víctor Hugo. No era lo que me imaginaba. Como algunas cosas de la vida, lo inesperado resulta superior.



Una hermosa casa llena de cachivaches y objetos bañados por el oro de la historia… El espejo de Madame Recamier; un fragmento bien pulido de la guillotina; el neceser de combate de Napoleón - mapas y coñaquera incluida-; la máscara mortuoria de Voltaire; la cama y el escritorio de Marcel Proust; una maqueta de la demolida prisión de la Bastilla, hecha con uno de sus bloques, primorosamente labrado.



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Visito a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que está en Notre Dame. Me toca misa en español y, al darse el saludo de la paz, los asistentes que se conocen se dan un beso en la mejilla, al igual que los tres sacerdotes que participan en el ritual. Flota el incienso y resuena el órgano. No puedo evitar el recuerdo de que ahí se pegó un tiro Antonieta Rivas Mercado, la novia de Vasconcelos y que, según la leyenda, fue la modelo del Ángel de la Independencia.



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Los periódicos insisten en la noticia de la secuestradora por la que vino abogar Sarkozi. Allá la mayoría da por hecho que es inocente. La portada del Paris-Match la muestra estrujada por los policías mexicanos. En cambio, el “Courier International” enarbola un diseño con un rancherote norteño bigotón, ante en un espejo donde se materializa Juan Gabriel vestido de charro.

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Voy al mercado de pulgas que está en un ghetto africano a las afueras de la ciudad y le compro una sabana pintada a un artista congolés, que llegó en los ochentas, becado por Francois Mitterrand. Entre las chácharas, destacan objetos con la imagen de Obama. Para todos es un héroe; es un ícono; ya es un mito.

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Camino por la orilla del río y, en un callejón del barrio de Saint-German, me encuentro en una tienda de antigüedades un grabado que describe la muerte del príncipe Poniatowski, antepasado directo de doña Elenita, que también anda aquí en Paris. El tipo no tiene idea de lo que vale, así que esta fue una de las pocas veces que le he ganado a un comerciante. Se lo obsequio a doña Elena: esas cosas no tienen precio.
Ahí veo un hermoso cuadro de Chagall del cual me enamoro: Caballo azul junto a una pareja. Y hay un viejo Picasso que muestra una bacanal frente a un toro.

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Conozco a Florence Olivier, traductora de Ramón López Velarde y amiga mítica, generosa y solidaria de los escritores mexicanos que viven en Paris. Ceno con ella, mi amigo Alain-Paul y Armando Sáenz Carrillo, marchand d’art que es familiar de Carrillo Gil, en un restaurant italiano que está a punto de cerrar porque el dueño quiere volver a su patria. El divertido mesero hindú trata de comportarse con humor mediterráneo y sus patéticos esfuerzos nos hacen sonreír. Desconoce que pronto deberá busca un nuevo trabajo.

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El Salón del Libro de Paris recuerda en momentos a la FIL de Guadalajara. Sólo que aquí los stands no son divididos en editoriales, sino por regiones, ya que la producción de Francia es inmensa. El stand donde se presentó un libro de Alain-Paul pertenecía a la región de Aquitania, la misma oscura provincia de Gerard de Nerval, el príncipe de la torre abolida.



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La gente lee mucho en el metro. Y libros buenos, aunque torcí a una mexicana con “El código Givenchy”. Claro que todas las parisinas lucen elegantes, pero son amables y sonríen con naturalidad. A nadie molestan los artistas que tocan el violín o el acordeón. Uno de ellos toca un bolero mexicano; sin querer le doy unas monedas de más, y se queda a tocarme una melodía a mí sólo, mientras los pasajeros me miran como un héroe y yo, que estaba a punto de bajarme, me tengo que ir de paso hasta la atestada estación de Montparnasse.

domingo, 8 de marzo de 2009

Salon du Livre

El río Sena al fondo, 1998


Hace diez años, tuve la suerte de pasar un tiempo muy intenso en París, en donde me tocó conocer lo mismo barrios africanos bastante bizarros que algunos elegantes restaurantes de los Campos Elíseos.


Esto último no es ninguna presunción: a pesar de la mala fama que el cine ha dado a los franceses, se puede entrar a esos sitios a tomarse un café sin que nos exigan consumo mínimo… Tampoco les molesta nuestra vestimenta si ésta incluye tenis o mezclilla.


Aquí – en Mazatlán, en todo México - uno va a lugares de medio pelo y los meseros no disimulan la cara de molestia al anunciarles que no vamos a comer y que sólo deseamos una bebida.


En aquel tiempo, una euforia de optimismo dominaba la ciudad. El mundial de futbol estaba por llegar y la torre Eiffel marcaba electrónicamente los mil y pico de días que faltaban para el año 2000. El puente del Alma seguía lleno de flores que la gente dejaba a Lady Di.


Eurodisney también era la otra novedad del momento y la mayoría de los visitantes eran gringos y japoneses de paso por Europa. El “look” de la gente en los canales de videoclips y ciertas calles-pasarelas era muy similar al de la película “El Quinto Elemento”.

Senegaleses, argelinos o marroquíes paseaban en las calles, totalmente integrados a la vida francesa. Hasta en la cultura pop se vivía un mundo muy propio, sin influencia extranjera inmediata… Me pregunté entonces si algún día los mexicanos llegaríamos a ser así.

México logró evitar que la Intervención Francesa se volviese el fin del estado como una república liberal; sin embargo, los historiadores reconocen que, en cuanto a modas, cultura y conducta, Francia nos dominó durante varias décadas después del Cerro de las Campanas.

El afrancesamiento de nuestra cultura fue notable durante la segunda mitad del Siglo XIX e inicios del siguiente. La filosofía misma del positivismo, pregonada por Auguste Comte, oxigenó buena parte del pensamiento nacional. (Justo Sierra, José Vasconcelos, el propio Madero)

Poetas como Amado Nervo o militares cultos como Felipe Ángeles mantuvieron fija su brújula hacía la “cara Lutecia”, como llamó Rubén Darío a Francia en un poema. Los mejores médicos seguían las enseñanzas de Charcot y ya no hablemos de las damas que, al bajarse de su carruaje en el Teatro Fru Fru, decían “C’est gentil, Pedro” al mozo que daba la bienvenida.

El gran Gutiérrez Nájera vestía su poesía con términos galos y todo mundo le entendía. Palabras como rosicler, écuyère, (caballista) o chauffeur eran leídas con la facilidad que hoy tenemos para escribir “chatear”, “gugulear” o mensajear.

México – sigo con Nájera – vivía un “sprit rociado de Veuve Clicquot”

Luego de los locos 20s, el centro del mundo dejó de ser la Ciudad Luz; Francia, desgastada por dos guerras mundiales, cedió su papel de guía ante el feroz consumismo y el star-system de los Estados Unidos.

Este año, México es el país invitado al Salón del Libro de Paris, una especie de feria del libro cuyo formato es muy diferente al que solemos ver en nuestro país. Ante el declive moral y económico de parte de nuestros vecinos, es interesante tener referencias de Francia y la propia España, país que también pasó por una crisis muy dura y logró una transición política modelo.

No se trata de que seamos como los franceses. Somos diferentes a ellos; aunque existe un mismo temperamento latino. Pero, ¿no podremos los mexicanos a seguir el modelo de una cultura civilizada del mismo modo que lo hicimos, ejemplarmente, en el Siglo XIX? O, simplemente, ¿no podríamos hacer sencillamente lo correcto?
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domingo, 1 de marzo de 2009

¿Por qué escribimos?

1.- Hacer literatura es lo más parecido a soñar despierto. Al momento de escribir una historia, esbozar un poema o leer un buen libro, nos posamos en una nube ionizada cuyo blindaje depende de nuestra capacidad de abstracción o misantropía.

Se viaja sobre un entorno irreal; campo minado capaz de desvanecerse ante un ruido imprevisto; cualquier abrasiva irrupción de alta realidad le insufla el fin del hechizo y su deslumbramiento.

2.- Digo hacer literatura porque el sólo acto de escribir no garantiza que el producto sea un ente literario. Dejemos de lado las cuestiones sobre calidad o edición del manuscrito… una pieza literaria existe en si al momento de crearse; aunque considero parte de ese mismo proceso la acción de concebirla, tomar apuntes de ser el caso, redactarla por primera vez en un acto de iluminación, además de las consabidas e ingratas correcciones.

Todo esto es hacer literatura.

3.- El acto de crear una pieza literaria comienza con una rutina donde las ideas deben flotar, conscientemente, en la psique del demiurgo.

Hay quienes toman notas; otros escritores no planean nada: el subconsciente les permite irse impregnando durante semanas - meses o años - de ideas sueltas que luego asumen corporeidad en la página escrita.

Una vez un joven le pregunto a Borges su dilema, a su vez lugar común de los escritores: “Maestro, yo quisiera pedirle un consejo, Todas las mañanas me siento ante la página en blanco y no se me ocurre nada. ¿Qué hago?”. La respuesta de Borges es de puro sentido común: “¿Y no sería más interesante que usted esperara hasta que le ocurriera algo y después se sentara frente a la página en blanco? Porque si uno se sienta frente a la página en blanco y no sabe lo que va a decir, no va a salir nada de allí”.

4.-Pessoa recomendaba no apuntar todo lo que nos sucede. Hay que dejar varias cosas sin escribirlas, para que el olvido las cubra y luego emerjan al momento preciso. El escritor no deber ser sólo un notario de lo acontecido.

Es menester dejarle al destino cumplir con su papel para que el verso atrapado en la química del cerebro se vuelva flor-y-canto, palabra con que los aztecas definían el arcano de la poesía. El poema debe salir vivo como el corazón atravesado por una roca de sílex en lo alto de la pirámide.

5.- Truman Capote dijo que escribir era golpearse con un látigo. Hemingway opinaba que un libro acabado es un león muerto. “Entender el rugido del tigre” era el llamado formulado por Aimé Césaire desde su isla de La Martinica. Ver misterios en la punta de un alfiler es la misión del escritor, según Ricardo Garibay.

Buscar la sombra de los significados en los hechos diarios, o en la revelación repentina, es una tarea que puede ser más apta para el sicoanalista o los semiólogos. El enigma de la literatura exige más herramientas personales para comenzar a destejerse… A la larga, sale más barato o más caro que el psiquiatra.

Hay algo de esoterismo en percibir ecos de infancia propia en una página de Chejov o Neruda. La frase de José Juan Tablada que dice: “El loro es un gajo de follaje con un poco de sol en la mollera” puede remitir al lector a una mascota mimada de la abuela o a un texto de Flaubert, si acaso se vive en un sitio frío donde no es común ver a un loro en persona.

6.- El acto de leer es literatura. La mente pone en movimiento circuitos interiores que chispean con el tráfico de información y activan la memoria. También significa ser literatura. El libro se vuelve parte de nosotros y nosotros nunca seremos los mismos después de esa experiencia. Cada anciano que muere es una biblioteca que se incendia, suelen decir los africanos.