jueves, 28 de agosto de 2008

Canarias




Hace poco tiempo, invitado por la Universidad de las Palmas de Gran Canaria y la dulce amiga Alicia Llarena, viajé a las islas Canarias y me tocó hacerlo en el mismo vuelo de Spanair que acaba de volverse una tragedia. Recuerdo que tuve conflictos a la hora de recoger mi boleto y la gentil dama madrileña que me auxiliara comentó que los servicios de esa línea eran pésimos, llenos de retrasos, al grado de que ellos le llamaban “Spa’ no ir”.


Acostumbrado a los desplantes de Aerocalifornia, la línea que daba servicio a mi Mazatlán en horario nocturno, no dejé de preocuparme. ¿Hasta donde pueden entrar en conflicto los compromisos de seguridad y los intereses financieros? Si bien las normas son internacionales, del 11 de septiembre a la fecha las aerolíneas enfrentan graves retos por la crisis resultante. Ahora es más común que dejen varados a los pasajeros e incurran en sobreventa, debido a que han tenido que reducir su personal en gran medida.



En Tenerife, una de las islas Canarias, aconteció en 1977 el más grande accidente en la historia de toda la aviación: 580 personas fallecidas. En 1983, ocurrió saliendo de Barajas el siniestro donde perdieran la vida Jorge Ibargüengoitia, Manuel Scorza, Angel Rama, Martha Traba y Fanny Cano… Ahora esos dos accidentes se han conjugado en un mismo destino donde vuelven a unirse los nombres de Barajas y Canarias en un solo hecho lamentable.

(La fotografía la tome de un monumento a Cristobal Colón que está en el puerto de Agaete, allá en la Gran Canaria, y aparece en relieve la silueta de estas islas. De ahí se toma el ferry para Tenerife, cuya montaña inmensa se alcanza a ver en el horizonte, llena de neblinas. Ahí estuvo el Almirante avituallándose de agua y reparando sus carabelas. Allá comenzó todo. Y como dice el pie de la placa de mármol: "es griterío mayoritario de los historiadores".)

Ojalá de este horrible drama salgan nuevas lecciones de seguridad. Me enteré que antes del accidente en Tenerife, los capitanes eran en los hechos los amos absolutos de las naves y, según las grabaciones de la caja negra, uno de los capitanes implicados desoyó la tímida advertencia del joven copiloto, así como el aviso de la torre. Dicho capitán era una estrella e imagen corporativa de su aerolínea en esa época, pero está comprobado que tenía prisa por despegar. A partir de ese momento se cambiaron los protocolos internos de la cabina y el lenguaje es exclusivamente el inglés, usando solo frases sencillas. Además, las palabras “salida” y “despegue” ya no se pueden usar como sinónimos en ese tipo de operaciones.




Insisto: que de este vuelo surjan enseñanzas, medidas de seguridad y, sobre todo, no haya lugar para arreglos por debajo del agua: esos asuntos, ya consumados, solo se pueden arreglar con un único tribunal: aquel que está por encima de la estratósfera.

1 comentario:

  1. "Tribunal que está por encima de la estratosfera", todo un hallazgo esa frase.
    Saludos

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