domingo, 13 de marzo de 2011

Los otros tsunamis: Crónica Mazatleca




Toda generación que olvida su pasado se ve obligado a repetirlo, reza un viejo adagio.

Hemos revivido, a escala magnificada y tecnificada, el escenario del maremoto –así se llamaban antes las tsunamis- de 1964, cuando otro Mazatlán, igual de alarmado y veloz, se volcó a los cercanos poblados de Concordia, Copala y, ¡hasta la Barrigona!, en fuga del inminente desastre.

Claro que en emergencias de este tipo ninguna alerta debe ser desestimada. Incluso durante el terremoto de Alaska de 1964 - que provocara la psicosis que aún recuerdan nuestros padres y abuelos-, existía un fundamentado riesgo real.

Los efectos de ese temblor provocaron olas que afectaron la muy distante costa de Chile. Alguna vez vi en Discovery Channel un largo reportaje sobre esa gran sacudida de la corteza terrestre que fue un real hito. Las huellas que dejó en Alaska se volvieron un referente para la ciencia sismológica.

En los años 60, el Ayuntamiento recibió la alerta y mandó el carrito de sonido de mí tío José Luis Robles a que avisara a la población de la inminente hecatombe. El propio Presidente Municipal, don Alberto Tripp Flores, fue a despertarlo por la madrugada para salir a enterar del riesgo a un Mazatlán donde no sólo no existían celulares ni internet, sino que tampoco se contaba con teléfono en todas las casas.

Así que, luego de mandar fuera a su mujer y sus hijas pequeñas, mi tío se subió a su Volkswagen rojo con bocinas en el techo para despertar a la población, acompañado por el propio alcalde en el asiento del copiloto, con el propósito de reafirmar la verosimilitud del aviso.

Ya pasada a la alarma, para mi tío fue muy duro que ciertos medios luego lo acusaran de haber provocado él solo el escándalo y hasta de haberse coludido con algunos ladrones que saquearon hoteles. Pudo haberse negado a ese recorrido en la mañana de aquel lejano Viernes Santo, ya que el pago ofrecido era lo de menos: realizó el acto a conciencia en un momento que no se sabía a qué hora podía irrumpir la gran ola.

Nunca se arrepintió de ese papel. Poco antes de morir recibió un reconocimiento del Ayuntamiento por ese gesto, gesto incomprendido en menos de 24 horas.

Ahora bien, todo ese ajetreo tuvo un origen justificado que, a toro pasado, es fácil descalificar. En 1985 tuvimos un escándalo sumamente lamentable porque surgió a partir de un vil rumor: qué en el programa matutino de Guillermo Ochoa, en uno de los dos únicos canales de tv, una vidente había pronosticado un maremoto para Mazatlán durante el mes de noviembre.

A diferencia de la alerta de 1964 y la del pasado viernes, que iniciaron por la madrugada y provenían de medios de comunicación serios y con base científica, el rumor añadía una fecha exacta que ya no recuerdo si era el 17 o el 27.

Estaba muy reciente el terremoto del 19 de septiembre en la Ciudad de México. La gente seguía sensible y no pocos comenzaron a preocuparse sobre el riesgo de algún ciclón: el estero del Infiernillo comenzaba a ser invadido y rellenado y ya se hablaba del anárquico crecimiento de la ciudad.

De nada sirvió que el propio Guillermo Ochoa aclarara en otra emisión lo falso del asunto. La población no vio o no quiso ver la realidad. Decían que era cosa del gobierno que lo ocultaba. Llego el día y nomás cayó un aguacero.

Por cierto, ese Alcalde también fue famoso por implantar el toque de queda por la violencia que se vivía. Era la época de los legendarios “Mongoles”, una banda de pioneros del cholismo.

Ojalá esta reciente movilización social nos ayude – a todos – mantener un plan de contingencia lo más claro e inmediato posible, tanto en los hogares como de parte de las autoridades. Sé que existe: ahora el riesgo es que la gente desestime de antemano una futura alerta similar. ¡QUÉ NO NOS PASE!

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