martes, 21 de octubre de 2008

Veinte años




Hace veinte años publiqué mi primer libro. Era un estudiante de Prepa de dieciocho años y, cuatro años atrás, había tomado la decisión más importante de mi vida.


A los catorce fue cuando me convencí que no podría ser otra cosa en la vida que escritor. En aquel tiempo aún vivían Borges, Rulfo y Juan Carlos Onetti, los cuales publicaban artículos en la agencia EFE y aquí podían leerse en el suplemento dominical de NOROESTE.


Iba yo entonces a la Prepa Jaramillo y mi maestro Rafael Patrón nos hacía leer cuentos de Arreola, a quien había conocido en Ciudad Guzmán, Jalisco. El pasatiempo al fin de la jornada era irse caminando a un centro comercial vecino a ver y sentir la modernidad.


Era el único de la ciudad entonces con pretensiones de primer mundo y su librería estaba bien surtida. Una vez compré “Crimen y castigo”, en la traducción de Rafael Cansinos Asséns, en una edición bastante llamativa y sobria que se antojaba leer.


Tuve la fortuna de que muchos cosas cambiaran en la región durante los ochenta. Y digo la región, no Sinaloa, porque algunas ventajas ya existían, pero solo para Culiacán. Los apoyos a la literatura de DIFOCUR, y la mayoría de los que aplicaba la universidad, se concentraban en esa zona demográfica.


Sería en 1988, hace ya veinte años, cuando tuve la fortuna de publicar mi primer libro, el cual apareció en el mes de octubre. De hecho iba a publicar dos: uno de cuentos en DIFOCUR y otro de poesía en mi Universidad, pero este último no se pudo concretar. Me pesa que se hayan perdido las viñetas del Mtro José G. Durán, excelente dibujante, amigo de la familia y mi profesor de sociología en la preparatoria.


“Con sabor a limonero”, tardó exactamente nueve meses en quedar listo. Se imprimió en la editorial Tinta Negra, del DF, y recuerdo que tardaría una semana en llegar, ya que lo mandarían por una línea de transportes de pasajeros. Vaya, dije, si el camión sufre un siniestro, voy a quedarme sin libro otros nueves meses o quizás toda la vida.


No me gustó la portada, a pesar de que su color amarillo era agradable, así como sus letras color verde aguacate. En vez de letras “O” presentaba unos limones partidos… Si el libro se llamaba “Con sabor a limonero” y si el cuento que le daba título pretendía ser erótico, bien hubiesen puesto un árbol con una silueta femenina.


Me destanteó de tal manera esto que se me olvidó fingir sorpresa y agrado ante la persona que me había invitado a publicar y que, en aquel momento, me mostró el libro. Era el editor sinaloense Sigfrido Bañuelos, quien asumía la responsabilidad de publicarle literatura a alguien tan joven. Antes de mí, en ese periodo, sólo habían impreso textos de ensayo e historia.
Como siempre, cometí el error de decir exactamente lo que pensaba. Al igual que Saint-Exupéry, a la fecha me ha costado mucho entender ese mundo adulto donde es necesario mentir todo el tiempo para no parecer antipático.


Para colmo, un poeta que estaba confinado a un escritorio vecino añadió que a esos limones partidos nomás les faltaban unos camaroncitos con sal y algunas ambarinas… Recuerdo que ya eran las doce del día y comenzaba a hacer calor.


Tampoco me gustaron las invitaciones para el coctel. Parecían esquelas de primera comunión. Sigfrido me dijo que jamás olvidara que mi libro tenía el color de un pollito recién nacido.


Entonces me cayó el veinte – como ahorita me esta cayendo el otro veinte – y le dije a mi primer editor una frase que hoy le vuelvo a decir porque se la sigo debiendo: muchas gracias, Sigfrido, muchas gracias por ese primer libro.

3 comentarios:

  1. Hola Juan José, ¿Se puede conseguir Con sabor a Limonero?

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  2. ¡Felices 20! recuerdo el libro color pollito :)

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  3. Fue el mejor libro que lei a mis veinte años, lo asombroso fue que aquel chico con sabor a limonero, no solo dejara cautivo a sus lectores , en mi caso hizo con sus letras un exquisito sabor a mis sentidos.
    Gracias a ese libro, muchas gracias porque con ese sabor a citrico , tuve la suerte de conocer al autor , y que me extendiera la cortesia de invitarme a cenar una pizza por la Alvaro Obregon en Culiacan....una noche ...de noviembre? no se , aquella vez perdi la nocion del tiempo,caian chispas de agua fria y el divino escritor se le ocurrio decir que aquella calle con luces y la lluvia gelida , era como un Paris de noche, y la conexion fue inmediata al modo de la vie en rose (Des yeux qui font baisser les miens,
    Un rire qui se perd sur sa bouche,
    Voilà le portrait sans retouche
    De l'homme auquel j'appartiens...) Yo aun sigo leyendote y eres exquisitamente maduro en tu narrativa, generoso en tus memorias, emotivo a los recuerdos. !Vendere por euros , Ingrato , toditos los recuerdos! ..
    Tu lo sabes...yo lo se

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