domingo, 23 de agosto de 2009

Desocupado Lector





Es casi normal que algunas mamás, cuando sorprenden a sus hijos leyendo en un rincón, acudan una terrible sentencia: “a ver, tú que no estás haciendo nada, ven y ayúdame con esto”.
Sucede igual cuando ven la televisión, algo por lo general visto como un derroche de tiempo, intelecto y energías, aunque hoy ya se aprecien excelentes documentales, además de un cine con una propuesta artística, diferente a la de Hollywood.


La lectura, incluso la lúdica, aquella que se hace por divertirse o pasar el rato, es y puede ser a veces más didáctica que los textos contemplados con ese fin. El joven que desentraña un libro de Harry Potter (no me da rubor el ejemplo) pone en marcha los mecanismos mentales de la visualización, el análisis y la memoria, todo al mismo tiempo y sin estar en conciencia de la automatización del proceso.
La falta de esa lectura nos ha hecho un poco retraídos en cuestiones expresivas. El mexicano promedio usa un vocabulario limitado; más o menos con el mismo número de frases y expresiones de uso común en una telenovela. Ya no verbalizamos; no acudimos a fraseos aventurados o buscamos matices en una conversación a través de los temas o el ritmo de los enunciados… Sume usted que aquí en el norte la gente es muy parca para hablar o a veces, de plano, no tiene ganas ni de saludar a nadie.

Para la gran masa, leer un libro “de puras letritas, que no tenga dibujados los monos en acción” equivale a escuchar los discursos de una sesión en la Cámara de Diputados. De no ser por Corín Tellado o Marcial Lafuente Estefanía – ambos escritores de origen español – muchos mexicanos no se hubiesen atrevido a franquear las puertas de una historia cimentada en la sola presencia de los tipos de imprenta.

Tengo un amigo al que considero un buen lector, aunque lee menos que la mayoría de mis conocidos escritores o profesionales ligados a la literatura. Dicho amigo es abogado de formación y ejerce el magisterio; nos vemos o coincidimos cada dos o tres meses y siempre, al inicio de la charla, me narra su opinión sobre alguna novela leída en el ínter, todo esto con detalles y deseos de saber mi criterio, en caso de que conozca al libro o al autor.
A pesar de que, sacando cuentas, mi amigo no lee más de diez libros al año, lo considero un buen lector. Se da tiempo de asimilarlos con calma y hace algo que casi es una labor de extensión cultural: su conversación, aún con personas no cercanas al gusto de la literatura, incluye comentarios de los textos que ha disfrutado en ese tiempo.

Personas así leen sin meterse en problemas. Por el gusto y el placer de hacerlo. Esos son los lectores vivos que muchas veces mantienen en movimiento no sólo una industria editorial, si no que crean una conciencia lúcida en el entorno de una visión del país y a su vez, alejan el conformismo, la credulidad y el Alzheimer de su cerebro.
Yo me he vuelto un lector más sangrón, que no es lo mismo que exigente. Si a estas alturas de mi vida abro un libro y no ocurre nada en mi mente durante diez minutos, mejor lo cierro. Aunque eso viene porque a veces leo cosas por obligación e incurro en el exceso.

No condeno a quienes leen a Pablo Coelho, a esta señora que escribió “Crepúsculo” o quienes, hace unos años, tomaron como Biblia el regular texto de Irving Stone sobre la vida de Van Gogh. Fue curioso como la gente buscó dicho libro al poco tiempo que un millonario compró “Los girasoles” porque combinaban con una pared de su oficina.
Leer libros de moda no es condenable. El acto de leer y comprender no debe ser pasajero, ni depender de temporadas. La moda, por definición es efímera. La tradición sostenida es aquello que en verdad cuenta.

2 comentarios:

  1. J.J: de acuerdo, pero la culpa no es del indio.........en estos días leer es bastante caro. Cuaquier libraco de edición reciente cuesta de 150 pesos para arriba. Es mas barato ir al cine en miercoles con todo y palomitas.

    Además, los mas connotados intelectuales nacionales tiene un mercado objetivo esnob. Retacan los textos con palabras en francés e inglés, y enredan la prosa de manera infumable. ¿Como chingaos un trailero se va a interesar en un escrito que ni siquiera entiende?

    Sumale la gueva colectiva(altamente contagiosa) que la lectura de un mal libro puede causar y listo, mejor esperar la pelicula.

    P.D. la filmacion en Punta Prieta de "Asesinato en ....." es el suceso del año en B. de Piaxtla.

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  2. Fijate que un amigo sostiene lo contrario: que es mas caro el 2 x 1en el cine que un libro. El añade el costo de ida a la sala (camión, taxi o gasolina de carro propio) golosinas (incluso si van de contrabando y metidas por la dama, cuando ya se le tiene confianza, como la coca de lata) así como la rigurosa salida posterior al cine (sushi, pizza, café o tacos), más la llevada a la casa, lo cual si supera a veces la cantidad de 200 pesos.

    Todo esto puede ser discutible, pero el argumento de él definitivo es que el cine dura dos horas cuando mucho, mientras que un libro dura de seis a doce horas de placer, con la ventaja de que lo puedes compartir con la familia (y llevar toda la familia al cine ya es un billete).

    Bueno, este es un razonamiento que a veces utiliza para motivar a los chavos. Gracias por tu comentario!

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