domingo, 22 de febrero de 2009



Bandera el Ejército Trigarante



Mañana es Día de la Bandera. De niños nos han enseñado a venerarla y los ceremoniales laicos de honores a la bandera forman parte de nuestro inconsciente colectivo.

¿Cuántos no olvidan el supremo castigo de ser pasados al frente en la plaza cívica? ¿Cuántos padres no han vivido orgullosos de que uno de sus hijos estuviese en la escolta, fuese el portador del lábaro patrio o, ya de perdida, el sargento gritón de las conversiones?

Otra tarea, fija con marca de agua en nuestra memoria, fue ensayar en cartulina la reproducción de alguna de las banderas de nuestra historia. A mi me gustaba la del Ejercito Trigarante, que ondea un diseño bastante moderno, pero creo que me tocó la de don José María Morelos.

Hemos vivido con el ejemplo de la figura de Juan Escutia, el Niño Héroe que nuestro imaginario ha presentado como el máximo mártir de la enseña nacional. Una vez leí que en el DF hay una primaria llamada como un niño que se cayó accidentalmente de una azotea, representando dicho papel en un ceremonial.

A pesar de la lamentable descortesía que a veces asumimos ante la bandera – muchos la vemos ondeando y no nos detenemos a saludarla – el mexicano en su mayoría vive una comunión personal con sus símbolos patrios, algo más difuminado en otros países.

Los rusos, desde la caída de Gorbachev, dejaron el rojo del socialismo y algunos saludan sin muchas ganas a los colores del Zar Pedro I. En Mozambique quizás existan personas a las que no les agrade saludar un lábaro adornado con un fusil de fabricación soviética AK-47.

Chipre realizó un concurso para adoptar una nueva bandera, ya que la actual es considerada por una parte de su pueblo como una imposición. En las bases se aclaraba que no hay ningún premio en efectivo, pero el autor se quedaba con la gloria de haber diseñado la bandera de un país, cosa no del todo fácil de conseguir en un mundo ya repartido.

Cuando el hombre llegó a la luna, a mi admirado escritor Jorge Luis Borges le pareció arcaico que colocasen una bandera en la superficie calcárea del satélite. Juzgaba fuera de lugar que, en plena era de los viajes por el cosmos, aún rindiéramos fervor a los símbolos medievales.

Sin embargo, esto no puede ser una guía. Borges tuvo una relación ambivalente con su país. Reconocía sólo haber sentido orgullo de ser argentino cuando su país volvió la democracia y fue elegido el presidente Alfonsín en los 80s.

Entre los estadounidenses, la bandera posee un respeto sacro: su canto nacional es de una cadencia y un tono similar a los himnos de las iglesias protestantes, pero al mismo tiempo, suelen usar su bandera en trajes de baño o espacios inconcebibles dentro de nuestra cultura mexicana.

Esto es curioso porque allá el Día de la Bandera mantiene una connotación un poco dolorosa. Uno puede ver en la fachada de una casa varias enseñas sin que eso revele un exagerado sentido cívico.

Algunos de esos pendones envolvieron los ataúdes de miembros de la familia, caídos durante las diversas guerras enfrentadas por dicha nación, y fueron entregados a la familia al final del toque de silencio y la descarga al aire.

Aquí, donde por fortuna no hemos tenido guerras con otros países que hayan merecido la conscripción, este elemento nos puede pasar desapercibido.

Por eso, mañana y siempre, vale la pena sentirse orgullosos de tener una bandera que nunca ha sido ondeada en ningún lugar del extranjero sin consentimiento. Llega en barcos de visita oficial, actos protocolarios y culturales, o con atletas que supieron tenerle amor a su patria, más allá de esa terrible mercadotecnia que todo lo devora.

1 comentario:

  1. de que años a que años se utilizo esa bandera trigarante???

    ResponderEliminar