domingo, 18 de enero de 2009

Mazatlan en la tele




Este fin de semana miré en un canal de series viejas un episodio de “Los Ángeles de Charlie”, aquella producción con tres divinas gracias de los 70s, dotadas de instinto policial y artes de defensa.


A pesar de que poseían grandes habilidades deductivas, nunca se dieron cuenta de lo peligroso de trabajar para un anónimo contratista privado, cuyo rostro desconocían y con quien sólo se comunicaban a través de un interfón, además un empleado chaparrito y calvo llamado Bosley.


En esas series, al verlas de vuelta, uno se da cuenta de lo exagerado y burdo de algunos doblajes. Para actores cómicos escuchábamos a Polo Ortín (“Gilligan”) o Jorge Arvizú “El Tata” (“Pedro Picapiedra/Cucho/Benito G. Bodoque).


Uno que fue genial era don Víctor Alcocer: lo mismo interpretaba a “Kojak” que a “Ródak”, villano de “Monstruos del Espacio” que usaba diamantina en la cara. (Uyuyuy).


No domino el inglés, pero he visto series de la época en su idioma original y compruebo que, a la hora del inicio, muchas transcurrían en silencio, sin locutores gritones que no sólo anunciaban el nombre de la serie, sino que daban un plus a mediocres actores secundarios. “Estrella invitada, John Barrengton”… “Una producción Lorimar”, etc.


Lamentablemente, éramos un país poco alfabetizado. Hoy estamos acostumbrados, pero a la gente de entonces le molestaba que los títulos estuviesen en otro idioma. Otros no veían cine subtitulado porque decían que para leer, mejor tomaban un libro, cosa que tampoco hacían.


Viene el comentario porque, en ese episodio en particular, la trama ocurría aquí, en Mazatlán, aunque de manera más precisa, en un hipotético sitio cercano, llamado “Isla del Diablo”.


Al mencionar Mazatlán, pensé que era un detalle de los artistas del doblaje. Muchas series preferían a nuestra competencia más cercana de ese momento: Acapulco, a pesar de nunca viésemos alguna escena rodada en aquel puerto.


A veces ni siquiera la avenida costera de Acapulco, bautizada en homenaje al Presidente Miguel Alemán Valdez, aparecía en esas series, transmitidas puntualmente en un consorcio donde participaba su hijo, Miguelito Alemán Velasco.


Eso sí, si algún personaje mencionaba circunstancialmente algún sitio de playa en los programas de su consorcio, el doblaje anunciaba “Acapulco”; aunque quizás, en la versión anglosajona del programa en cuestión, el actor hubiese dicho Miami, Palm Beach o Atlantic City.


Y tal vez este episodio playero de “Los ángeles…” hubiese sido adjudicado a Acapulco, de no haber sido porque, en una escena, una toma desde lo alto del Cerro de la Nevería revelaba la isla de Venados.


En aquel periodo, Mazatlán aparecía de manera natural en espacios televisivos y fílmicos, algo que valía oro en un tiempo anterior a la masificación de la señal privada.


En “El crucero del amor” se le mencionaba de manera continúa. La película “Convoy” concluía con los traileros anunciando su deseo de irse a Mazatlán a tomar unas cervezas.


El único apoyo directo de la televisión de la época a nuestro destino era cuando el programa “México, Magia y Encuentro” de Raúl Velasco transmitía el desfile del carnaval… y las jocosas referencias de “Los Polivoces”, socios de un hábil y pintoresco restaurantero local.


Con todo, era mejor que nos mencionasen a que nunca existiéramos. Y pensar que ahora aparecemos por asuntos de violencia o de líos entre transportistas.


Bueno, hace unos años en “Señales”, Mel Gibson escuchaba en su tele el anuncio de un vuelo “Mazatlan-Nueva York”, cosa que hizo soltar carcajadas al público en la sala donde yo estaba… Con trabajos podemos ir a La Paz o a Durango. Ahora imaginemos un vuelo directo a la ciudad de los rascacielos.

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