Palacio de la Autonomía
La semana anterior viajé a la Ciudad de México al Festival de la Palabra, un encuentro literario en el Centro Histórico organizado por los amigos María Luisa Armendariz y Leonardo Da Jandra, además de un incansable equipo profesional.
Las actividades incluían seminarios para maestros de educación básica, además del diálogo entre diversos escritores. La parte nuestra se llevó a cabo en el Palacio de la Autonomía, un venerable edificio de la UNAM ubicado entre el templo mayor y Palacio Nacional.
Destaco las figuras del brasileño Joao Cézar de Castro, el poeta cubano Roberto Fernández Retamar, Director de Casa de las Américas y la poeta hindú Usha Akella, quien leyó sus versos mientras una bailarina derviche giraba en círculos, por más de treinta minutos, en trance y perfecta unidad con el infinito.
No exagero al decir que giró sin desmayarse durante ese tiempo. Confirmé el tiempo con el trovador cubano Manuel Argudín – amigo de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés – quien dio un concierto durante el festival… esa mañana de domingo le pidieron de favor que improvisara con su guitarra y aceptó de buen grado musicalizar el perfomance.
Me sorprendió agradablemente ver al crítico Ambrosio Fornet, una de los analistas más destacados en la obra de Alejo Carpentier, autor que considero mi favorito en lengua hispana. No faltó el buen David Toscana, quien me acompaña en la foto, con el zócalo de fondo.
También a la amiga Dubraska Susnjevic, traductora del escritor serbio Goran Petrovic y el chileno Alejandro Zambra, cuya novela “Bonsai” narra la historia de un joven que decide dejar la vida normal para ver crecer en silencio uno de esos diminutos arbolitos.
Dando un salto cuántico en el terreno literario, asistí a la presentación del libro “A sangre fría, periodismo de morbo y frivolidad”, la cual se llevó a cabo en un antiguo cuartel policial construido en la época de Porfirio Díaz. Los comentarios fueron de J.M. Servín y Miguel Ángel Rodríguez, director de la revista ALARMA!, quien me contó su odisea cuando la revista salió de la circulación durante el Mundial México 86.
Ahí estaba también el cineasta escocés John Dickie, cuya película “El diablo en la nota roja” – filmada en México- fue exhibida durante el festival en el Claustro de Sor Juana... A ver si lo invitan al festival de cine de Mazatlán.
Siguiendo con el morbo, comentaré que algunos de mis amigos mexicanos mantuvieron una opinión reservada ante la presencia de Fernández Retamar: para algunos es una figura fundamental de la poesía en lengua española, mientras que otros lo acusaban de ser un comisario político del régimen de Castro.
Eso sí: nadie entró en debate con él. Quizá por que sabían con quien se metían o por cuidado de las formas. En cambio, me di cuenta que entre los muchos y variados cubanos que asistieron al evento su presencia fue recibida con respeto, incluyendo algunos que exteriorizaron ante el micrófono fuertes críticas a Fidel.
Sí los cubanos no tenían conflicto con el pasado de Retamar, ¿por qué los mexicanos andamos peleando por eso?
Con esa pregunta y esa reflexión, concluí que puede ser muy fácil juzgar el pasado y el presente de muchos escritores: sólo sus verdaderos lectores – y quienes han vivido junto con ellos sus procesos históricos – pueden encontrar la verdadera esencia de su literatura.
La literatura es una manera mágica de poner las palabras en fiesta: pero también debe ser iluminación, análisis, conciencia y consistencia histórica.
Y en esto - me atrevo a pensarlo - sólo el tiempo podrá tener siempre la última palabra.
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