viernes, 19 de septiembre de 2008

Artista del hambre



Me molestan aquellos que dicen que el artista debe padecer hambres para ser bueno. Una idea romantica más vieja que el romanticismo, concebida por quienes no han apostado su vida en la quimera profunda del arte y ven a los creadores como unos chiflados divagadores. Sin embargo, hace falta un poco o un mucho de realidad para que el escritor se temple y haga literatura de a de veras, no impostados ejercicios de retórica, como me dijo hace unos años el hoy laureado Mario Bojórquez, hablando de un poeta amigo nuestro que era muy bueno, pero algo facilón... En esa conciencia leo esta anotación en el diario de Camus hecha en 1940, en París, por supuesto, al mismo tiempo que recibo una carta del amigo Allain-Paul Mallards, quien actualmente vive la realidad del artista atrapado en Francia.



"De ahí que saber permanecer sólo en París, durante un año, en una habitación miserable, enseñe más al hombre que cien salones literarios y cuarenta años de experiencia de "la vida parisina". Es algo duro, espantoso, a veces atormentador y siempre lindando con la locura, pero en esa vecindad la calidad de un hombre debe templarse y afirmarse – o perecer. Y si perece, es porque no era lo suficientemente fuerte para vivir".


Vaya reflexión. Y Camus puede hablar de eso. Vivió su infancia en el norte de África y llegó a ser un buen portero de futbol porque la abuela no permitía que se le gastaran los zapatos. Ya grande, se ganó el Premio Nobel.

1 comentario:

  1. Querido Juan José, aunque no recuerdo bien de cuál poeta hablábamos en aquella ocasión, sigo hoy suscribiendo las palabras del nobel; habría que agregar, acaso, que bien puede ser París o Lisboa lo mismo que un pueblo como Mocorito, donde en la resolana, don Enrique González Martínez, ensayaba los troqueos de la más perfecta traducción de El Cuervo de Edgar Allan Poe. Un abrazo

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