domingo, 17 de enero de 2010

Hotel Belmar





La caída de la marquesina del Hotel Belmar nunca se comparará con la tragedia de Haití. Sin embargo, por la manera en que ha removido la conciencia del Centro Histórico, el sacudimiento arquitectónico toca con una fuerza inusitada la sensibilidad de los viejos mazatlecos.

La coincidencia remite a la fantasiosa teoría del efecto mariposa: si una mariposa aletea en Oriente, al otro lado exacto del mundo puede iniciarse una tormenta apocalíptica. Cuando murió aquí Ángela Peralta, en 1883, durante la epidemia de fiebre amarilla, a escasos días una erupción volcánica desapareció en Asia a la isla de Krakatoa.

Curioso: la marquesina al venirse abajo, nos mostró el rostro antiguo del hotel, con sus arcos gráciles y evocadores. El sitio vuelve a darnos el rostro característico de las imágenes de la Bella Época… Capaz que las poltronas de la entrada son las mismas en las que se sentaron Pedro Armendáriz, John Wayne o Lázaro Cárdenas.

El Belmar fue producto casi directo de la riqueza de las minas del Tajo, allá en el vecino Rosario, además del ímpetu y visión de la familia Bradbury, a principio de los veinte. Hasta se dijo que el propietario no dejaba de construirle detalles para mantener ocupados a sus trabajadores.

Su decorado interior, con azulejos moriscos, iconografías taurinas y una Virgen de la Macarena, son un viaje a otro tiempo. Buena parte de esa madera fue trabajada por la familia Habif, excelentes muebleros por generaciones. Los pasamanos, torneados en negro barniz, combinan con sus mosaicos ajedrezados, así como unos quetzales estilo maya que adornan lo que fuera el Patio Andaluz, hoy una bodega.

Alguna vez, en un evento de mi universidad, me tocó ahí la presentación del libro “Loaiza y El Gitano”, del periodista José María Figueroa, crónica del suceso que estremeció al Sinaloa de los cuarentas, donde perdiera la vida el Gobernador Rodolfo T. Loaiza.

Una de las justificaciones de los guardaespaldas de Loaiza – que extrañamente en ese momento lo dejaron solo junto a la reina de los Juegos Florales – fue que al correr a protegerlo se resbaló con el excremento de una de las mulas que estaban afuera del hotel. En efecto, ahí había un sitio de “arañas”, las calesas clásicas del Viejo Mazatlán, hoy convertidas en aurigas motorizadas.

En el gran ciclón del 43 tuvo que aterrizar un avión en Mazatlán donde venía Walt Disney con su equipo de producción, de vuelta de recibir un reconocimiento del Gobierno de México por su apoyo a la lucha contra el analfabetismo. Acudieron a quedarse en un Belmar atestado, durmiendo en catres, pero el gerente de la época anotó que nunca perdieron el humor. Con él venían Desi Arnaz y Lucille Ball.

En los ochentas, a muchos mazatlecos les fascinaba colarse a los hoteles de la Zona Dorada a nadar en las albercas y socializar en los bares. Pues bien, esa costumbre viene desde antes, cuando la gente gustaba de ir al Hotel Belmar a tomarse una copa de anís, sentarse en las ya mencionadas poltronas o invitarle un trago a una gringuita.

El papá de mi amigo Florencio Zatarain le vendió ahí a Dámaso Pérez Prado una bolsa de piel de armadillo, prenda que en su momento fue una artesanía típica asociada con el sitio. Contaba, a manera de broche, con una cabeza disecada de dicho animalito, hoy políticamente incorrecto.

Errol Flyn, Tyrone Powers, Gregory Peck y James Stewart complementan la prodigiosa lista de huéspedes célebres. Y a diferencia de Disney, gozaron de más de una noche en nuestro puerto. John Wayne incluso pasó su última navidad aquí con la familia de un famoso gerente del Belmar, el señor Roberto Gorostiza.

3 comentarios:

  1. rocio floresfebrero 21, 2010

    yo vivo en mazatlan, alguna vez tuve el libro de LOAIZA Y EL GITANO, lo preste y no lo he recuperado. alguien me pude ayudar? ¡¡¡donde lo puedo adquirir o como ? porfavor.

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  2. La verdad aqui en Mazatlán no lo he visto recientemente. Apenas en alguna libreria de Culiacán como la México o la Gonvill, que están en el centro. De allá era el autor.

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  3. Beautiful piece. Thank you. I lived at the Belmar February 2020 for 4 months. Magical.

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