lunes, 20 de diciembre de 2010

Diaristas



Un día como de hoy, pero de hace 100 años, el escritor Franz Kafka escribió lo siguiente en su diario:

¿Cómo puedo disculparme por no haber escrito todavía nada en el día de hoy? De ninguna manera, más aún teniendo en cuenta que mi estado no es el peor. De continuo me zumba en el oído una invocación: "¡Ojalá vinieras, juicio invisible!". (20 de diciembre de 1910).

La confesión es interesante. No sólo tenemos a un autor que se lamenta por no escribir. Se lamenta por no haber escrito en su diario, a pesar de encontrarse levemente enfermo, según se colige.

Los diccionarios y tratados de literatura que se jactan de tener datos de Kafka nos lo presentaban como un escritor checo. En realidad, durante su existencia física fue súbdito del Imperio Austro-Húngaro y vivió casi toda su vida en Praga, región de Bohemia. (Mozart también tuvo ahí una fecunda y larga etapa).

Un autor pertenece al idioma que elige para escribir. Kafka eligió el alemán. También hablaba el checo y pertenecía a la cultura judía. Cultura no equivale a religión.

Era un gran diarista, arte donde los europeos nos llevan la delantera. Los franceses son los más consumados exponentes del género. Hasta los diarios de las condesas y marquesas más frívolas son verdaderos documentos que nos informan los secretos de una era.

El rey Luis XVI también era un gran diarista. A cada rato se cita que el día de la toma de la Bastilla había escrito en su diario la palabra “Rien” (Nada) y eso se usa para argumentar que era un inconsciente. En realidad, esa frase la escribió un día antes.

Los diarios de Kafka no sólo pueden ser interesantes para los estudiosos de su obra. Hay anotaciones peculiares, reflexiones sobre la ciencia y diversos análisis estéticos.

Pasando al presente, comparto que en mis cursos de literatura, cuando me toca suspenderlos por la llegada de estas peculiarísimas fechas, encargo como ejercicio realizar un diario, generalmente a partir del 15 de diciembre al 15 de enero.

No les pido que pongan “Querido, diario” o se compren un cuaderno especial con su candadito e interlineado. Basta cualquier serie de hojas o la misma computadora que usan para “mensajear” o sumirse en las redes sociales, principales enemigos de un diario convencional.

Diciembre es buen mes para iniciar un diario. La mayoría de las personas están relajadas, salvo aquellas que tengan un negocio que entre en bonanza durante la etapa navideña, pero el caudal de sucesos a veces se vuelven un corte geológico de la vida personal.

En este mes de encuentros, dádivas y recepciones, los sucesos comunes y los más dramáticos adquieren otra dimensión. Todos los funerales y nacimientos son una marca en cualquier vida; si acontecen estos sucesos en diciembre o inicios de enero, el asunto cobra dimensión distinta.

Con la rapidez de la vida moderna, mucha gente que toma nota de su bitácora de sucesos se sorprende de la cantidad de cosas que les ocurren en menos de 15 días. Basta verlas por escrito, no sólo para percatarse de ello, sino también incluso para entenderlas.

El 20 de diciembre de 1968 también es una fecha ligada a Franz Kafka: ese día murió Max Brod, su gran amigo… Kafka, deprimido y molesto por no haber concluido una obra literaria a su gusto, le pidió a Brod que quemara todos sus manuscritos.

Por fortuna, Max Brod valoró la decisión de Kafka y gracias a él conocimos sus novelas, relatos y diarios. La obra de Kafka abrió un camino para la narrativa de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. Y también nos queda el testimonio de una enigmática bitácora de las ideas de un personaje único e irrepetible.

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