sábado, 5 de junio de 2010

Recta escritura: ortografía




Lo que se está volviendo un problema vergonzante es el desvanecimiento del respeto a la ortografía. Pocos se sienten con derecho a seguir las reglas mínimas y el caos impera a partir del actual boom tecnológico.

La capacidad de hilar una frase con ciertos reglamentos de acentuación disminuye a velocidad luz. Suelen culparse a los teclados de los teléfonos, pero el problema puede percibirse incluso en algunos profesores no adictos a los mensajes de texto y el internet mismo. Al parecer, el problema es social, educativo e histórico.


El alfabeto Morse, primera irrupción del progreso técnico en la vida diaria, respetó desde su inicio la correcta reproducción de las diferentes letras, incluyendo las homófonas. Las consonantes “B” y la “V”, por ejemplo, tienen su propio signo en esa clave sin hilos. En cambio, tratar hoy de leer algunos de los modernos mensajes de texto equivale a sumergirse en un nudo gordiano polisémico.

La palabra ortografía viene de “orto” que quiere decir “rectitud” y “grafía” que viene de escritura… algo tiene que ver este sufijo con el grafito volcánico usado en la antigua Roma para “grafitear” las paredes. A fin de cuentas, este detalle paleográfico nos recuerda que los idiomas los forma la gente sencilla. No se hacen en las academias y en los diccionarios, sino en los caminos, las plazas y las barriadas. Pero no por eso hay que caer en el caló, el argot y la tatacha.

Don Andres Bello, desde Sudamérica, propuso en el siglo XIX eliminar algunas letras como la “g” y dejar sólo la “j” española para volver más concreta la escritura, lectura y aprendizaje del idioma español. El general y escritor Domingo Faustino Sarmiento quería que en Argentina se cambiaran la “c” de cebolla y la “z” de zapato por la grafía unificada de la “s”, bajo el argumento -no del todo ilógico- de que en América el seseo es superior al ceceo.

Estas propuestas americanas, no despertaron gran emoción en los académicos españoles, celosos de su hablar madrileño. Ni siquiera querían aceptar algunas palabras de origen vasco, catalán o gallego, exigiendo que el idioma correcto era el hablado en la meseta central de Castilla, la vieja.

En el idioma español, la ortografía mantiene algunas palabras arcaicas quizás por puro amor a la herencia latina de la lengua. Durante largo tiempo se escribió “Philosophia” hasta que se adoptó la “F” en vez del sonido de la “Ph”, quedando dicha palabra como hoy la conocemos. En inglés, a pesar del generalizado uso de la “f”, aun se escribe” Philosophy” para darse un aire harvardiano u oxoniense. (“oxoniense” es la manera ultracorrecta de referirse a lo que tiene que ver con la académica ciudad de Oxford, Inglaterra)

No puedo recordar de momento cuál fue el gramático que pidió, hace más de trescientos años, usar “k” en vez de “q”, y “z” en vez de “s”, con propósitos similares a los de don Andrés Bello. Con esta medida “el idioma ezpañol terminaría ziendo muy parezido al alemán y al ruso y el uzo de zeta y ka nos daría un aire de habla andaluza.”, si se me permite poner un ejemplo gráfico.

Los italianos, por lo contrario, hace buen rato se despejaron esa nostalgia a incluso jubilaron la hache latina, tan cara para los amantes del esplendor romano. Para decir “hombre” escriben “uomo” sin temor a perder la virgiliana relación con el latín clásico, de donde provino la palabra materna “homo”... (Por cierto "omosessuale" es la palabra correcta para definir a los gay, aunque en la calle usan “finocchio”, con la cual se refieren también a una popular hierba fina italiana).

1 comentario:

  1. Qué tal Juan José. Fue Mateo Alemán, Ortografía castellana (1605)

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