sábado, 19 de junio de 2010

Monsi




Quizás don Carlos Monsiváis – dicho sea sin ironía - no dejó una obra maestra perfecta, pero cada uno de sus libros son joyas relevantes de nuestra cultura, el periodismo y el análisis político de nuestro tiempo. Monsiváis apostó por un género difícil y hasta hace poco apreciado, que es el de la crónica de lo inmediato, el rescate del momento fútil de lo cotidiano como explicación del pasado y los futuros de nuestra identidad.

De eso está hecha la vida y en su tiempo, pocos “intelectuales” se acercaban a la tele, nuestro objeto cotidiano más invasivo. Monsi salía en ella y escribía sobre los comerciales de los Hermanos Vázquez, las tragedias de Verónica Castro, o se tomaba una foto con las Flans… aunque luego reconoció haberse equivocado al defender a Gloria Trevi como paladín del antimachismo... Nunca olvidaré una crónica que narra cómo María Félix se digna a ir a Neza a la inauguración de una calle horrible con su nombre, donde se porta como toda una dama y convive amable con las doñas, los albañiles y las lideresas de la colonia que montaron el homenaje.

Algo similar sucedió con el poeta Salvador Novo, quien durante años llenó de ironías, sátiras y epigramas la vida literaria de México, pero no nos dejó un libro redondo como referente inmediato. (A los pintores Raúl Anguiano, Juan Soriano y Manuel Rodríguez Lozano les decía “los anales” y - por favor-, no me pidan que escriba el escatológico apodo que le puso a Frida Kahlo)

Monsiváis fue en más de un sentido su heredero, aunque nunca fue nombrado cronista oficial del DF como Novo. El prólogo de don Carlos a “La estatua de sal”, las memorias homosexuales de don Salvador publicadas póstumamente, es una puesta al día de la vida secreta de muchos mexicanos, aquejados por la incomprensión, la ignorancia y el desprecio.

Aclaro: decir que no dejaron un libro perfecto no es una crítica negativa. Ambos corrieron riesgos al jugar la apuesta de lo efímero y aparentemente banal como destello del instante.

Conocí a don Carlos Monsiváis hace más de veinte años, cuando recibió el Premio Mazatlán en 1987. En otras ocasiones coincidí con él y le mandé puntualmente mis libros a su casa de San Simón 62, en la Colonia Portales.

Por allá por 1993, me topé con él en la Feria del Libro de Guadalajara: yo venía de una presentación de los moneros Jis y Trino y, en ese momento, uno de ellos me estaba autografiando mi calendario ilustrado por ellos. Como Monsiváis a veces aparecía como personaje en sus tiras cómicas, le pedí a Jis que me lo dibujara a un lado de mi dedicatoria, para pedirle que me lo firmara después el personaje real.

“Ah, caray”, me dijo, “hace mucho que no lo dibujo”, así que luego de voltearlo a ver de perfil, me dibujó con su pluma a un Carlos Monsiváis de gesto malhumorado, junto a los personajes de “El Santos” y “La Tetona Mendoza”, verdaderos monstruos de la caricatura mexicana.

Rodeado de jóvenes que le pedían autógrafos, yo aparecí con mi calendario y de inmediato me lo firmó. Mis amigos, que habían visto la escena de lejos, se impresionaron al ver que don Carlos me había puesto una dedicatoria con mi nombre… sin que yo se lo hubiese mencionado. No sólo Carlos Monsiváis me conocía, sino que aparte me recordaba. Caramba, la leyenda de la poderosa memoria de nuestro cronista de lo inmediato era real, dijimos todos.

Pero yo mismo caí en cuenta de que no era así: simplemente, antes Jis me había puesto, “Para Juan José Rodríguez, un saludo del Santos” junto a un dibujo improvisado, por lo que don Carlos se tomó la molestia de escribirlo; no se limitó a dejar sólo un garabato, a la manera de los rockstar. Sí: así era Monsi, don Carlos Monsiváis, el padre de la crónica moderna mexicana y la crónica del instante.

Ilustración de Carlos Maciel KIJANO

1 comentario:

  1. Hola, excelente tu articulo recordando uno de los grandes intelectuales de nuestro pais, que siempre lo recordaremos por sus libros relatandonos sobre diferentes aspectos de la vida.

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