Mis abuelos, Bertha Medrano y Juan Imperial
Hoy, 12 de abril, mi abuelo Juan Imperial cumpliría 100 años. Tuvo 15 hijos y más de 30 nietos. Le tocó un siglo difícil y, a pesar de que nació con la Revolución, recordaba haber saludado junto con su padre al Gral. Juan Carrasco.
El que sí anduvo en los balazos – y lo dieron por muerto durante largo tiempo – fue su futuro suegro, mi bisabuelo Alejo León, quien se unió al grupo de La Noria de Justo Tirado y se alzó con el remolino hasta que reapareció por los años veinte.
Cómo tanto revolucionarios, no recibió gran recompensa. Pasó sus últimos años como simbólico velador en las obras de mi abuelo. Mi padre me contó que se acostaba a dormir sobre una caja de herramienta, hecha con cuatro puertas unidas, armado con el mismo revólver de su juventud, “puesto un ojo al gato y otro al garabato”.
Mi abuelo perdió a su padre en la infancia y salió adelante junto con sus hermanas. Trabajó de joven con don Severo Montero, acabaron mal por culpa de unos gallos de pelea y decidió dejar el campo para dedicarse a la construcción. Lo hizo toda su vida y se jactaba de haber hecho su primer plano con una caja de puros de madera. Las reglas escuadra eran caras y escasas.
Su mamá, la bisabuela Fermina, era maestra rural. Varias de mis tías se dedicaron al magisterio y en cada pueblo que fueron dejaron una escuela. Es curiosa la vida de esa familia: los hombres andaban en la obra y las mujeres en la enseñanza. Tenían la ilusión vasconceliana de estar levantando una nación.
En Mazatlán, mi abuelo realizó varias construcciones, algunas como maestro mayor, en otras como contratista y en no pocas ejerciendo funciones de arquitecto. Trabajó con don Isaac Coppel en la Jabonería San Vicente y mi padre de niño anduvo en los andamios, así como en la instalación de los pisos del Hotel Freeman, ya que esa fue la tarea que le tocó en el “primer rascacielos del norte de México”.
Pienso ir a Tayoltita a ver los edificios que dejó allá. Mi padre estuvo a punto de nacer en el avión que hacía el recorrido de Mazatlán a Tayoltita, un Ford bimotor que aparece en un cuento de Ramón Rubín y, por su diseño novedoso, terminó como reliquia histórica en el Museo Smithsoniano, junto con el inmenso “Ganso” de Howard Hughes y el fragilísimo Flyer de los hermanos Wright.
Hay abuelos que siempre cuentan su historia. Mi abuelo era de los que nunca contaban “su historia”.
Llegó a ser regidor municipal gracias a su liderazgo en el Sindicato de Trabajadores de la Construcción, allá por los cuarenta, con el presidente Federico Cuevas. Otro día escribiré esa crónica y su conflicto con el grupo del ayuntamiento saliente, el cual terminó con una balacera incruenta en el patio del Palacio Municipal.
Ahí mi abuelo se parapetó tras de un busto de Juárez ubicado entonces en el centro. Ese busto terminó en la primaria Benito Juárez, donde yo estudié y fue directora por más de 20 años una de sus hermanas, mi tía Petra Rodríguez Imperial.
Hoy sobrevive otra de sus hermanas, mi tía Ángela, y aún atiende su cristalería “El Nevado”, en plena Aquiles Serdán. Ella fue muy guapa de joven y personaje de uno de los corridos de la Guerra del Monte, donde el caudillo Mercedes Osuna le mandaba saludos antes de “irse con la organización”. Se casó con mi tío Pancho Torrero, exitoso agente de ventas de Francisco Echeguren.
He mencionado apellidos conocidos sin ninguna pretensión. Era un Mazatlán más chico donde la gente honrada y trabajadora se conocía y trataba sin ninguna complicación. Mi abuelo siempre se jacto siempre esas dos cualidades, como un auténtico credo, y hemos tratado siempre de seguir ese digno ejemplo.
Hoy, 12 de abril, mi abuelo Juan Imperial cumpliría 100 años. Tuvo 15 hijos y más de 30 nietos. Le tocó un siglo difícil y, a pesar de que nació con la Revolución, recordaba haber saludado junto con su padre al Gral. Juan Carrasco.
El que sí anduvo en los balazos – y lo dieron por muerto durante largo tiempo – fue su futuro suegro, mi bisabuelo Alejo León, quien se unió al grupo de La Noria de Justo Tirado y se alzó con el remolino hasta que reapareció por los años veinte.
Cómo tanto revolucionarios, no recibió gran recompensa. Pasó sus últimos años como simbólico velador en las obras de mi abuelo. Mi padre me contó que se acostaba a dormir sobre una caja de herramienta, hecha con cuatro puertas unidas, armado con el mismo revólver de su juventud, “puesto un ojo al gato y otro al garabato”.
Mi abuelo perdió a su padre en la infancia y salió adelante junto con sus hermanas. Trabajó de joven con don Severo Montero, acabaron mal por culpa de unos gallos de pelea y decidió dejar el campo para dedicarse a la construcción. Lo hizo toda su vida y se jactaba de haber hecho su primer plano con una caja de puros de madera. Las reglas escuadra eran caras y escasas.
Su mamá, la bisabuela Fermina, era maestra rural. Varias de mis tías se dedicaron al magisterio y en cada pueblo que fueron dejaron una escuela. Es curiosa la vida de esa familia: los hombres andaban en la obra y las mujeres en la enseñanza. Tenían la ilusión vasconceliana de estar levantando una nación.
En Mazatlán, mi abuelo realizó varias construcciones, algunas como maestro mayor, en otras como contratista y en no pocas ejerciendo funciones de arquitecto. Trabajó con don Isaac Coppel en la Jabonería San Vicente y mi padre de niño anduvo en los andamios, así como en la instalación de los pisos del Hotel Freeman, ya que esa fue la tarea que le tocó en el “primer rascacielos del norte de México”.
Pienso ir a Tayoltita a ver los edificios que dejó allá. Mi padre estuvo a punto de nacer en el avión que hacía el recorrido de Mazatlán a Tayoltita, un Ford bimotor que aparece en un cuento de Ramón Rubín y, por su diseño novedoso, terminó como reliquia histórica en el Museo Smithsoniano, junto con el inmenso “Ganso” de Howard Hughes y el fragilísimo Flyer de los hermanos Wright.
Hay abuelos que siempre cuentan su historia. Mi abuelo era de los que nunca contaban “su historia”.
Llegó a ser regidor municipal gracias a su liderazgo en el Sindicato de Trabajadores de la Construcción, allá por los cuarenta, con el presidente Federico Cuevas. Otro día escribiré esa crónica y su conflicto con el grupo del ayuntamiento saliente, el cual terminó con una balacera incruenta en el patio del Palacio Municipal.
Ahí mi abuelo se parapetó tras de un busto de Juárez ubicado entonces en el centro. Ese busto terminó en la primaria Benito Juárez, donde yo estudié y fue directora por más de 20 años una de sus hermanas, mi tía Petra Rodríguez Imperial.
Hoy sobrevive otra de sus hermanas, mi tía Ángela, y aún atiende su cristalería “El Nevado”, en plena Aquiles Serdán. Ella fue muy guapa de joven y personaje de uno de los corridos de la Guerra del Monte, donde el caudillo Mercedes Osuna le mandaba saludos antes de “irse con la organización”. Se casó con mi tío Pancho Torrero, exitoso agente de ventas de Francisco Echeguren.
He mencionado apellidos conocidos sin ninguna pretensión. Era un Mazatlán más chico donde la gente honrada y trabajadora se conocía y trataba sin ninguna complicación. Mi abuelo siempre se jacto siempre esas dos cualidades, como un auténtico credo, y hemos tratado siempre de seguir ese digno ejemplo.
Juan Jose no sé como llegué a tu blog,quizás porque me dá por buscar cosas de mazatlan,especialmente cuando ando melancólica,ya que tengo mas de 20 años viviendo fuera,y me dá alegría encontrarme escritos que me traen recuerdos;estube en la primaria benito juarez 7 años porque reprobé segundo....salí de la primaria en el 80....me recordaste a la directora Petra Rodríguez Imperial,tengo su imagen bien grabada en mi mente,y ahorita que leí este blog me puse a pensar en ella,que nunca supe si se casó,si tuvo hijos, nunca supe nada de su vida personal,solo era en la escuela la máxima autoridad,señora de mucho respeto,no sé si aun viva....tambien recordé el busto de Benito Juarez para allá corriamos cuando los chiquillos nos levantaban la falda del uniforme para vernos los calzones en el recreo....gracias por escribir me divierte leer sobre el folklor de mazatlan, personajes como mirla osuna,yo vivo en ciudad juarez,y los velorios son diferentes,nada mas los velan de día y a las 8 o 9 de la noche cierran las funerarias....gracias por hacerme pasar un buen rato...saludos desde juarez chihuahua.(la ciudad de la furia)
ResponderEliminarQue lindo que hables asi de tu abuelo. Yo soy de Argentina pero me abuelo es mexicano y su sueño es volver alla y pasear por los lugares donde creció. Estamos buscando hoteles en mazatlán para hospedarnos cuando vayamos a esa ciudad. Espero pasarla lindo y que mi abuelo lo disfrute. Saludos
ResponderEliminarQuisiera saber la historia con federico cuevas por favooor
ResponderEliminarHay pocos datos. Yo solo sé que Federico Cuevas tuvo problemas con el alcalde anterior, Santiago Paredes, que quería seguir mandando. Hubo diferencias y los regidores se dividieron, por lo que mejor mi abuelo se apartó de ambos grupos,
ResponderEliminarQue gusto encontrar este post,soy nieto de Petra Rodríguez Imperial. Son muchos datos que no conocía sobre la familia, la herencia dejada por esos antepasados han guiado la superación de mazatlán y hasta la fecha nosotros los sucesores seguimos encarrilandola desde las escuelas..
ResponderEliminar