domingo, 15 de noviembre de 2009

La muerte del libro




Paul Valery decía algo aterrador: « Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre. El fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido.» Aquí el insigne maestro francés dio en el blanco. Nunca se imaginó que el principal enemigo del libro hoy sería el llamado e-book. La tecnología siempre se devora a si misma.

Al principio se pensó que nadie aguantaría leer un texto largo en pantalla. En aquel tiempo, la mayoría de las pantallas eran de un cuarzo tipo “cánsame-la-vista” y luego evolucionaron a las llamadas LCD.

Lo que no imaginamos fue que los humanos evolucionaríamos y la nueva generación, aquella que se educó con game boy y celulares, no tendría empacho en exigir una pantallita propia para enterarse del alma del mundo.

Vivimos la generación Tweeter, los hijos del estado Facebook. Hay novelas recientes que tienen ese estilo telegráfico, donde los capítulos más parecen un “post” que la síntesis de una existencia y su drama.

La actriz británica Emma Thompson estuvo apunto de celebrar el funeral del libro cuando intentó comprar la novela de Austen Sensatez y Sentimiento y alguien se lo impidió. Su esposo, un compuloco de mediado de los 90s, le dijo que no se preocupase, que él la bajaba de Internet y luego se la imprimía en ese momento. Que maravilla.

El funeral del libro se pospuso cuando se acabó la tinta de la impresora. Bueno, ella se quedó con lo que alcanzó imprimirse. Al intentar irse a un café o un bosque a leerlo, Emma Thompson descubrió que era muy incómodo cargar con el mamotreto de hojas, casi con aspecto de expediente judicial, listo para volarse a la primera ráfaga en Hyde Park. No hay nada como un libro de encuadernación agradable, oloroso a bosque y con tipo de letra amigable con la pupila.

Hay gente que nos manda o exige los escritos en letra Arial, porque les parece elegante. No se han dado cuenta que es una letra muy cansada, sobre todo si se va a leer largo rato. La Arial no tiene “patines”, esos diminutos espolones que poseen algunas letras, como por ejemplo, los que existen en la base y la cima de la “l” minúscula de su periódico NOROESTE.

Esos pequeñitos patines nos ayudan a identificar rápido la letra y no agotarnos tanto al leerla. ¿Se había fijado usted en eso? Las cosas pequeñas hacen la diferencia.

Los nuevos e-books pueden cambiar la letra del libro que usted lea por la que a uno le de la gana, incluyendo el tamaño. Eso sí: cuando usted en su casa quiera acomodar la pata chueca de una mesa, o matar una mosca, no va a poder acudir a su libro electrónico. Tampoco podrá leer con él en su baño. (Juro que conozco a un escritor que compra Selecciones del Readers Digest y les arranca las hojas para pegarlas en el azulejo: así no deja de leer mientras usa la regadera)

En su momento se dijo que con el cine y la radio la gente ya no leería nada. El libro ha soportado incluso un tiempo donde dejó casi de existir como objeto. Sí, recordemos el incendio de Alejandría y la oscuridad de la Edad Media, donde el libro sólo se conseguía en los monasterios o como desperdicio en las tiendas de paños… así Cervantes se encontró el manuscrito del Quijote, como recordará usted si acaso ha leído el libro.

Creo que el libro clásico, tal como lo conocemos, va a aguantar un rato. Para empezar, no ocupa energía eléctrica y por lo tanto no contamina y es altamente reciclable. Nadie corre riesgo de que se le agote la batería en un momento de ocio, sin acceso a fuente de poder. Bueno, ¿hay para la mente mayor fuente de poder que un libro? Están la fe, el deporte o el yoga, pero sólo los libros pueden tumbar malos gobiernos y liberar a los oprimidos de cualquier tipo de dictadura.

4 comentarios:

  1. Un excelente texto y un blog de fina inteligencia.

    Un saludo desde Cataluña (Una salutació des de Catalunya)

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  2. Gracias por tu atenta lectura, Emili. Te mando un gran saludo allende los Pirineos.

    Juan José

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