domingo, 14 de febrero de 2010

Ah, qué amistades!


Doña Elenita y Don Paco, una amistad de décadas...


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Cómo vengo de una familia muy saludadora, me resulta difícil entender a esa gente que encontramos en la calle y a veces finge no habernos visto.

A lo mejor tuvieron una mañana difícil o hemos sido impertinentes con ellos en el pasado, pero un ligero saludo, aunque sea un gesto, no quita la civilidad.

Debo reconocer que yo también he incurrido en eso. Soy un alma distraída y los años de miopía han limitado mi capacidad de percepción perimetral. Pasan junto a mí y no los percibo. Incluso, aunque me convenga mirar a la aparición en turno, no me doy cuenta a primera instancia.

En consecuencia, muy seguido saludo a gente que confundo con otra y luego ya no encuentro como remediarlo. Termino creando nuevas amistades.

Es muy fácil reconocer a esas personas que no consideran la cortesía como un asunto permanente. Mi método se basa en la observación. Si alguien no nos quiere saludar, de manera inconsciente disminuye el paso, como arrepintiéndose de toparse con nosotros… luego aceleran un poco, sin darse cuenta, y miran hacia otro sitio, así como distraídos.

Estudié teatro muy joven, con el Mtro. Casto Eugenio Cruz, y desde entonces aprendí la importancia de los gestos, el lenguaje corporal, la manera en que expresamos u ocultamos los verdaderos sentimientos.

Los auténticos distraídos pasan junto a nosotros con la vista al frente, sin revisar aquellas cosas que llevan en la mano o su oportuno celular. Los esquivos se cruzan la calle unos metros antes… a esos antipáticos los castigo interceptándolos en su fuga, obligándolos a que me den la cara, sin revelarles que me di cuenta de sus previas intenciones de fuga. Perdono, pero no olvido.

Con las redes sociales ocurre algo parecido. Dos conocidos, que actualmente detentan un poder político temporal y son mucho mayores que yo, no han deseado aceptarme como amigo virtual, a pesar de que hemos colaborado antes y les he hecho más de un favor.

Esto es fácil saberlo porque el moderador de la red social deja de insistir en que te vuelvas amigo de la otra persona… persona que está activa en Facebook porque te enteras - por la misma red - que ha seguido aceptando a otros amigos. ¿De eso se trata la amistad?

No todos podemos ser amigos de todos. Alguien me crítica por ser demasiado generoso con eso, de tener una bolsa de amigos en vez de un grupo selecto, una élite personal. Pero crecí en un mundo multitudinario, donde toda la gente se conocía y se ayudaba sin necesidad de invocar las relaciones personales o de ocultar los intereses del momento.

Entre lo positivo del carnaval, existe el hecho de que permite reencontrarse con otros o hacerse amigo del desconocido, en un marco de cordialidad y júbilo. El acto de salir a una tradición popular revela ese deseo. Uno se encuentra en el marco de la fiesta con personas de las que a veces no recordamos haber sido presentados o sólo ubicábamos de vista.

Durante mucho tiempo, de manera popular, automática y sintomática, el carnaval fue una celebración espontánea de la amistad. La ciudad ha crecido y ciertos valores decrecido con ella. Aún así, sobreviven focos de esa magia tribal que nos hacía encontrarnos en el rostro de la multitud y reflejarnos sin miedo en el colorido de sus máscaras.

Y así como existe gente que va por la calle, como si fuera la Reina del Carnaval, no deben olvidar que la propia reina sí nos saluda a todos: desde lo alto de su trono y su cauda, en un mensaje silencioso que no debemos de olvidar, mantener y, por supuesto, acatar.

3 comentarios:

  1. Hola, me gusta tu forma de escribir, he empezado a leer tu blog. Yo también soy de Mazatlán pero no vivo allá. Saludos!
    Sherel.

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  2. Cómo han cambiado los tiempos verdad, me recordaste aquel dicho tan mazatleco ( y te lo digo porque lo he dicho en otras ciudades y no me entienden) 'va como reina del carnaval', saludando a medio mundo. Me divierte que la gente vaya por la calle asi.
    Sherel.

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  3. Muchas gracias por tu comentario. UN SALUDO!

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