Hace unas semanas, todavía aquejado aún por una apicectomía, cirugía menor que me sacó de circulación por quince días, me trasladé a El Rosario con el fin de presentar una recopilación de los versos de la poeta Tula Escobar.
Escribo poeta, porque el término “poetisa” debe caer YA en desuso por su carácter peyorativo. Durante décadas, se usó como definición de las mujeres que profesaron este oficio, oficio que nunca ha sido un don o una gracia. Nadie nace escritor por genética: esto es asunto de gusto, educación y años de sacrificio.
La primera vez que escuché los versos de la Sra. Gertrudis Escobar Contreras fue en secundaria. A pesar de que entonces los escritores sinaloenses no tenían gran presencia en la vida cotidiana, mi maestra de español, a la hora de estudiar de la poesía moderna, solía incluir a los autores locales. No faltaron Carlos McGregor Giacinti y doña Elenita Vázquez de Somellera, vivos aún en aquel momento.
Conocí su poesía en el peor y el mejor lugar para encontrarse con la poesía: en la plaza cívica de la secundaria, en este caso la Federal 1 Guillermo Prieto y, con la altísima voz de mi compañera de grupo, Conchita Preciado Soltero, supe de la poesía “Anatema” interpretada ahí como preparativo para el concurso estatal de declamación.
Antes, ella había ganado el concurso interno con la ya clásica “Guerra civil” de Víctor Hugo, pero para la competencia definitiva, Conchita decidió participar con un poema de una autora regional y, antes de marchar al combate, realizó esa práctica en la ceremonia de honores a la bandera.
“Anatema” es una creación de lo que entonces llamaban “poesía de protesta”. Hoy en día, todo acto poético realizado ante la metalizada y violenta sociedad que vivimos es una acción de protesta por si mismo. Incluyo en esa lucha la heroica publicación del libro de la señora Tula Escobar.
Adrede menciona arriba a Elena Vázquez de Somellera: en esa misma época, esta dama de la vieja estirpe había publicado en Noroeste un poema de protesta ante el resultado de las elecciones municipales de 1983: “Clamor del pueblo mazatleco”, era el nombre de su texto.
Volviendo al poema de doña Gertrudis, diré que era pacifista, pero agresivo. Un llamado a los valores del respeto y una defensa a los campesinos, menospreciados por las personas con estudios y supuesto intelecto. Conchita, histriónica y temperamental, hizo una recreación furibunda que duró días en la memoria de mis compañeros y, hasta el momento, en la mía… Me preguntó si en las secundarias los maestros siguen enfatizando la memorización de la poesía con el mismo entusiasmo de quien maneja una Hummer.
En homenaje a esas enseñanzas, y en reconocimiento a la trayectoria de una maestra que empuñó la lira y el cálamo en tiempo más duros para el arte, escribí estas líneas y participé en el homenaje, donde no faltó su vasta familia. Sólo conocía antes a una nieta de la señora Escobar, pero al leer el libro “Ecos de mi voz”, conocí poco a poco a casi toda la simpática parentela.
Hay un poema fascinante en que narra tres bodas realizadas en el patio de su casa, esas bodas que empezaban desde el amanecer, con chocolate y todo para el desayuno nupcial, mientras las campanas llaman a misa y la cerveza se hiela en uno de los rincones. Y además, varios poemas dedicados a la figura materna: canciones de cuna y versos dedicados a la madre ausente.
Doña Gertrudis Escobar nació en 1910 y falleció el 3 de junio de 1990. Pero quedan sus versos y, en palabras del poeta Gerardo Diego, un rosario de hijos y nietos, unidos todos como en un soneto.
Dónde encuentro el poema "Anatema"? No he podido encontrarlo
ResponderEliminarHola me llamo Tula Escobar apy
ResponderEliminar