lunes, 18 de mayo de 2009

El tiempo de Benedetti




Con la muerte de Mario Benedetti no concluye una época: inicia una leyenda.

Pocas figuras de la literatura latinoamericana alcanzaron su popularidad y nivel de polémica. En el tiempo de las dictaduras, del reencuentro de las identidades de America a través del exilio y los caminos cerrados para la democracia, la voz de nuestro poeta alcanzó un eco similar en difusión a la obra del propio Pablo Neruda.

Mario Benedetti perteneció a una especie de escritores hoy en vías de extinción, Los polígrafos, esos creadores omnívoros que se regocijaban sin temor en la práctica de diversos generos y lograban asombrarnos con sus apuestas estéticas.

A esta estirpe pertenecieron Alfonso Reyes, Octavio Paz y Jorge Luis Borges: hombres muy diferentes, que fueron capaces de mantener un alto - y por lo mismo, variable en ocasiones - nivel de calidad en la poesía, la narrativa y el ensayo. Incluso el teatro, como prueba el éxito de la obra “Pedro y el Capitán”.

Algunos escritores amigos míos lo prefieren como ensayista. Sus ensayos sobre el ejercicio del criterio son más que reveladores. Otros se quedan con su poesía que, como muchos fenómenos populares, ha tenido seguidores, imitadores y enemigos furibundos.

Ha alcanzado también el dudoso fantasma del éxito. Su tema “Te quiero” alcanzó explosiva difusión en las voces de Nacha Guevara, Gesualdo y la sinaloense Amparo Ochoa. Usted debe haberlo oído: “Si te quiero es porque sos, / mi amor, mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos / somos mucho más que dos”…

Era un poema y una canción que se volvió un himno para aquellas parejas que se conocieron en la plaza, en la manifestación contra los militares, las huelgas campesinas y las universidades combativas. Bastantes veces la escuché en las peñas de mi universidad o en las protestas a favor de Nicaragua o la caída de Pinochet, allá en la Casa del Marino, que en los años ochentas era “territorio liberado”, como solían decir algunos militantes.

El trovador local Edmundo Carrillo solía entonarla en un tono distinto al de Nacha Guevara. Ante una pregunta expresa, nos comentó que ese era el ritmo que originalmente le daba el también fallecido Guadalupe Trigo, amigo de Benedetti en su momento, cosa que me confirmó Gabino Palomares.

Ese es el entorno de Benedetti. La lucha que se hizo a golpes de guitarra y que luego tuvo que madurar en las urnas. La movilización moral de un continente a favor de una causa continental, algo que ha sido difícil de lograr para asiáticos y africanos. Es cierto que los mitos y los dictadores no se tumban a golpes de poesía, pero el arte puede sembrar la semilla de nuevas conciencias y preparar el sendero de un cambio basado en la razón y su fuerza.

De Mario Benedetti quedará algo más que el grito en la calle y el graffiti con sus versos puesto a escondidas de los verdugos armados. Cuentos suyos como “La noche de los feos” son de una ternura inolvidable. Yo la verdad lo daba por acabado y hace seis años sacó un libro de cuentos breves que me dejó verdaderamente impresionado por su dominio de la trama. En Benedetti había auténtica vida, auténtica literatura.

Duele su muerte, pero es grato saber que a diferencia de Vallejo o Neruda, el si pudo ver a América Latina dejar de abrirse las venas. Y su obra resistió el paso del tiempo. No es el último de “los comunistas de lujo” si no uno de los primero en tomar la palabra y alzar la voz en mitad de un foro.

Y esa voz sigue resonando en las calles, en las bardas, en las universidades, en donde quiera que hay que decir la verdad y devolverle su verdadero significado a las palabras.

sábado, 16 de mayo de 2009

Noticias de Nuestro Imperio

Tropas francesas en Mazatlán, Templo de San José.



Debido a la alerta de influenza, el 5 de mayo para algunos pasó desapercibido. No es tarde para compartir varios datos interesantes.

Llevo varios meses documentándome para una novela sobre la Intervención en Mazatlán y me he topado con sorpresas que no coinciden con las creencias populares y algunos historiadores de la vieja escuela. Una visita al Museo de los Inválidos me permitió ubicar publicaciones y datos reveladores.


Hemos condenado a los franceses por el incendio a Concordia en 1865: las cartas de varios de los militares revelan que entre ellos mismos existió este malestar. No los justificaremos nunca, pero es interesante saber que no todos fueron sanguinarios y enfrentaron al general Armand Castagny, quien en sus campañas de África había cometido este mismo tipo de atrocidades.

Por ejemplo, el coronel Garnier, que había fusilado antes a 14 mexicanos rebeldes en Durango, se negó a obedecer las órdenes de Castagny y el encargado de cumplirlas fue su edecán P. D. Billiot (Billaut, según el historiador Hijar y Haro, quien militó con el Gral. Ramón Corona y pedía no olvidar su nombre).


Al momento de ese ataque, las tropas de Corona habían ejecutado a varios franceses, por lo que el ánimo de la soldadesca era de venganza… Aún así, gran parte no estuvo de acuerdo con la destrucción de poblaciones inocentes. “¿No aprendimos en África que las represiones son siempre inútiles?”, afirma el oficial D ‘Esclevin, en un documento rescatado por Jean Meyer.


Otros dos oficiales, Lambert y Bérard, que según apunta el teniente A. Chateau eran “hombres de más corazón”, enloquecieron por un tiempo, luego de los horrores de Concordia. Los periódicos de Francia acusaron a Castagny de hacer en Sinaloa “un Palatinado”, en referencia a las aldeas germánicas mandadas incendiar por el rey Luis XIV.

Las memorias del teniente Georges Crist, hijo de un tonelero provenzal que llegaría a Capitán, censuran su dirección “inhábil, insensata y culpable”. También sostienen que las consecuencias del ataque provocaron posteriores faltas de disciplina entre la tropa. El jefe de batallón, Rodolfo Mowat, fue de los primeros comandantes con alta graduación en desaprobar el acto.

Según el Barón de Montfort, egresado de la Academia de Saint-Cyr y voluntario en Mazatlán, el mayor Corona atacó antes La Noria y Rosario porque eran favorables al imperio. En represalia, Castagny ordenó el incendio de Concordia “y treinta pueblitos y rancherías entre Mazatlán y el río de Rosario”.
Por cierto, otro miembro de la realeza europea les acompañó en esa masacre: el Barón de Brockenhelm, “un Hércules sueco, teniente de la Guardia Real de su país”, apunta Montfort. También tenemos el dato de que en Mazatlán murió Prosper Du Parc de Locmaria, hijo del Conde de Constantin, pero desconocemos las circunstancias. Era hombre de confianza del futuro rey de Italia, Vittorio Emmanuelle I y servía en Piamonte, ya que su padre había militado con el Delfín de Francia y no se llevaba bien con los Bonaparte.

No sólo Concordia padeció: también Veranos, El Verde, Santa Catalina, Jacobo, Copala, Malpica, Villa Unión y Aguacaliente de Gárate, que son mencionados en los archivos. De Matatán y Hacienda del Tamarindo solo quedaron cenizas, según Hijar y Haro. En El Zopilote mataron a mujeres y niños. “Zigueros” y “Naranjas” –escritos así en francés-, podrían ser Siqueros y El Naranjito. (Al norte de Copala)

Castagny era vanidoso y se creía noble. Traía una guardia personal de indígenas coras y huicholes con taparrabos, arcos y flechas, al modo de los mariscales ingleses que usaban escolta nativa en la India o Francisco Franco con su Guardia Mora.
(CONTINUARA)

domingo, 10 de mayo de 2009

Tula Escobar: Poeta de El Rosario

Vista general de El Rosario, Sinaloa.



Hace unas semanas, todavía aquejado aún por una apicectomía, cirugía menor que me sacó de circulación por quince días, me trasladé a El Rosario con el fin de presentar una recopilación de los versos de la poeta Tula Escobar.

Escribo poeta, porque el término “poetisa” debe caer YA en desuso por su carácter peyorativo. Durante décadas, se usó como definición de las mujeres que profesaron este oficio, oficio que nunca ha sido un don o una gracia. Nadie nace escritor por genética: esto es asunto de gusto, educación y años de sacrificio.

La primera vez que escuché los versos de la Sra. Gertrudis Escobar Contreras fue en secundaria. A pesar de que entonces los escritores sinaloenses no tenían gran presencia en la vida cotidiana, mi maestra de español, a la hora de estudiar de la poesía moderna, solía incluir a los autores locales. No faltaron Carlos McGregor Giacinti y doña Elenita Vázquez de Somellera, vivos aún en aquel momento.

Conocí su poesía en el peor y el mejor lugar para encontrarse con la poesía: en la plaza cívica de la secundaria, en este caso la Federal 1 Guillermo Prieto y, con la altísima voz de mi compañera de grupo, Conchita Preciado Soltero, supe de la poesía “Anatema” interpretada ahí como preparativo para el concurso estatal de declamación.

Antes, ella había ganado el concurso interno con la ya clásica “Guerra civil” de Víctor Hugo, pero para la competencia definitiva, Conchita decidió participar con un poema de una autora regional y, antes de marchar al combate, realizó esa práctica en la ceremonia de honores a la bandera.

“Anatema” es una creación de lo que entonces llamaban “poesía de protesta”. Hoy en día, todo acto poético realizado ante la metalizada y violenta sociedad que vivimos es una acción de protesta por si mismo. Incluyo en esa lucha la heroica publicación del libro de la señora Tula Escobar.

Adrede menciona arriba a Elena Vázquez de Somellera: en esa misma época, esta dama de la vieja estirpe había publicado en Noroeste un poema de protesta ante el resultado de las elecciones municipales de 1983: “Clamor del pueblo mazatleco”, era el nombre de su texto.

Volviendo al poema de doña Gertrudis, diré que era pacifista, pero agresivo. Un llamado a los valores del respeto y una defensa a los campesinos, menospreciados por las personas con estudios y supuesto intelecto. Conchita, histriónica y temperamental, hizo una recreación furibunda que duró días en la memoria de mis compañeros y, hasta el momento, en la mía… Me preguntó si en las secundarias los maestros siguen enfatizando la memorización de la poesía con el mismo entusiasmo de quien maneja una Hummer.

En homenaje a esas enseñanzas, y en reconocimiento a la trayectoria de una maestra que empuñó la lira y el cálamo en tiempo más duros para el arte, escribí estas líneas y participé en el homenaje, donde no faltó su vasta familia. Sólo conocía antes a una nieta de la señora Escobar, pero al leer el libro “Ecos de mi voz”, conocí poco a poco a casi toda la simpática parentela.

Hay un poema fascinante en que narra tres bodas realizadas en el patio de su casa, esas bodas que empezaban desde el amanecer, con chocolate y todo para el desayuno nupcial, mientras las campanas llaman a misa y la cerveza se hiela en uno de los rincones. Y además, varios poemas dedicados a la figura materna: canciones de cuna y versos dedicados a la madre ausente.

Doña Gertrudis Escobar nació en 1910 y falleció el 3 de junio de 1990. Pero quedan sus versos y, en palabras del poeta Gerardo Diego, un rosario de hijos y nietos, unidos todos como en un soneto.

domingo, 3 de mayo de 2009

Del mito al mitote



"La llegada de Ángela Peralta a Mazatlán",
cuadro de mi amigo Antonio López Sáenz.
Con la ópera, también llegó la Fiebre Amarilla.

Está confirmado que, en el año de 1902, la totalidad de las mujeres de Mazatlán comenzaron a usar ropa interior gracias a la epidemia de fiebre bubónica. Esto no es ninguna broma de mal gusto: es un dato fehaciente que el Dr. Martiniano Carvajal destacó en su informe a las autoridades sobre su lucha contra la peste negra.


Además de pelear contra el flagelo de la pandemia, el doctor tuvo que enfrentar enemigos más rápidos que un virus y que aún siguen activos: los mitos y el mitote.

Si bien la gente de nuestra ciudad tenía un nivel de escolaridad muy alto para la época, muchos se negaron a aceptar los medicamentos gratuitos ofrecidos por el gobierno y la comunidad de extranjeros, encabezado por los inmigrantes alemanes, siempre primeros en dar la mano en tiempo de crisis.

El argumento era porque seguramente esos medicamentos contenían veneno para acabar de una vez con la pandemia. ¡La sabiduría popular sostenía que, de ser medicinas reales y efectivas, nadie las hubiese regalado!

Tuvieron que tomarse una fotografía todos los médicos de la ciudad, afuera de la Droguería Canobbio, con el brazo levantado, para demostrar que el suero hiperinmune de Yersin no era tóxico. La publicó “El Correo de la Tarde” en su primera plana.

En aquellos tiempos, la ciudad no tenía pavimento. El ambiente era insalubre y las marismas se rebosaban continuamente. El Doctor Martiniano Carvajal, con todo y el pudor de la época porfiriana, impulsó el uso de los calzones de una manera parecida a como se insiste hoy con el cubrebocas.

Muchas mujeres, especialmente de las clases humildes, usaban faldas grandes y no solían portar la prenda interior en tiempo de calor. Al llegar su periodo menstrual, las damas se volvían más susceptibles a infecciones... Sume usted la promiscuidad de la época en los barrios populares.

Luego llegó la prohibición de los velorios, que eran auténticos focos de infección. La gente se negó a entregar los cadáveres de las mujeres gracias al rumor de que los enterradores se dedicaban a violar los cuerpos… El rumor, el rumor. Siempre han sido el fundamento de toda la ignorancia.

Toda generación que olvida el pasado está obligada a repetirlo y eso es lo que sucede ahora. La salud se basa en prevención, no sólo en remedios. Los rumores de que vivimos una conjura para remover la economía mundial me recuerdan a quienes, hace veinte años, juraban que el SIDA era un invento de los fabricantes de condones, aliados con grupos ultraconservadores de Estados Unidos, enemigos de la cultura homosexual.

Nuestras epidemias comenzaron por no vigilar y atender a tiempo. La gran fiebre amarilla donde murieron la soprano Ángela Peralta y cientos de mazatlecos en 1883 inició porque no se hizo una inspección sanitaria al vapor Newburg, donde venía un pasajero enfermo de Guaymas a quien nadie le prestó ayuda y atención.

A estas alturas, el país ya está enterado de que lo debe hacer y no hacer. Pero veo que, mientras mas información, mayor desinformación. Evitar rumores no confirmados es una manera de que no cunda el mal. Cierto que en este país durante años hemos desconfiado de los políticos y la manera que manejan la información, pero no hay que dar crédito a todos los correos electrónicos

Hablar de inicios del siglo pasado es poner el dedo en la llaga de nuestra actualidad. El problema es que no hemos cambiado nuestra forma de pensar y de actuar. Vea los periódicos en la hemeroteca: las mismas quejas sobre escurrimientos de drenaje, plagas de mosquitos y agua lodosa en las tuberías. Escasos años después de nuestra epidemia, la fiebre del tifo acabó con más habitantes que la propia Revolución Mexicana.